Rapun-cell

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EDNA.RUEDEA2Desde su torre ubicada en el séptimo piso de un edificio de apartamentos en Riomar, Rapun-cell ha decidido atrincherarse. No quiere salir a la calle. El príncipe pedorro que está en la portería no justifica el esfuerzo. No ha tenido que cruzar el bosque, no ha tenido que enfrentar un dragón.

Parece que es más bien ella quien lo salva de sí mismo, de sus amigos con-play cuatro, de su mamá y la necesidad de embutirle comida casera, de su ex mujer y los mensajes que oscilan del amor al odio, de su trabajo de ocho horas sin imaginación, de sus chistes machistas y su colonia de supermercado.

Ella, Rapun-cell, ha decidido recoger su larga trenza y cerrar las aplicaciones de citas que abrió el mes pasado para buscar príncipes en reinos cercanos. Dejará en cambio las que le traen otros domicilios, ha descubierto que le cuesta más vivir sin pizza que sin hombres.

Para no oír el citófono, Se ha puesto sus audífonos que compró en mercado libre. El portero, un vasallo que ha confundido su cuento creyendo que sirve en el palacio de la bella durmiente, por primera vez insiste con entusiasmo: timbra y timbra y vuelve a timbrar, mientras ella se niega a bajar de la torre.

A este punto ya se quitó las zapatillas que heredó de su prima Cenicienta. Pobre niña, la preclamsia hinchó sus pies en el primer embarazo. Y ahora se ve más y más como sus hermanastras, está cansada de levantarse en las madrugadas y ha tomado conciencia de que ese fue su ultimo baile.

Rapun-cell se toma sin recato la sidra de manzana que dejó para Blanca Nieves la bruja: ahora sabe que nunca quiso envenenarla, que no estaba maldita la fruta, que era un sorbo de licor para soltarse en la fiesta y que fue el príncipe quien se aprovechó de su inconciencia.

Nada que baja Rapun-cell. El príncipe se cansa y se va, su tiempo es valioso como el corto puñal que llama espada.

Ella en cambio pide un Rappi, pide el espejo que no miente y le pregunta quién es la persona más libre del reino esperando que escupa su nombre. Él le dice que es una niña que vive lejos, sin aplicaciones, sin torre, sin audífonos, sin domicilios, sin príncipe.

*Este artículo obedece a la opinión del columnista. EL ISLEÑO no responde por los puntos de vista que allí se expresen.

Última actualización ( Sábado, 04 de Enero de 2020 07:13 )