La escuela que queremos

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Ni unas nuevas actitudes de los maestros hacia sus alumnos, ni la proliferación de nuevas herramientas y métodos físicos o mentales, ni, finalmente, el intento de ampliar la responsabilidad del pedagogo hasta que englobe las vidas completas de sus alumnos, dará por resultado la educación universal”.

Así se expresaba el sacerdote católico, pedagogo y filósofo austríaco Ivan Illich, y junto con él, autores representativos como Marshall McLuhan, Everett Reimer, Paul Goodman, John Holt y Negrín Fajardo. Es que en el sentir de pensadores de lo educativo la Escuela tradicional que conocimos y nos aferramos en perpetuar ha muerto. Por lo menos, en otras latitudes más avanzadas.

Y ha muerto no porque no exista sino porque ha sido reemplazada por otra, más acorde con las necesidades del mundo y el hombre de hoy. Es que la Escuela ha de ser camino de la promoción del hombre, que lo dignifique y enaltezca; pero esa no es la realidad nuestra, pues la Escuela entre nosotros, por lo menos la Pública, no conduce a ninguna parte. Por algo somos parte de ese tercer mundo que describió el demógrafo y sociólogo francés, Alfred Sauvy en su ‘Trois mondes, une planèt’.

Sí, la Escuela tradicional como la nuestra se mantiene erguida solo porque está empalada como espantapájaros de aves atolondradas. “Las aulas han muerto/, sus paredes comenzaron a temblar y se desplomaron/ cuando alguien rompió el orden de los pupitres/ y amenazó con expulsar de allí al libro de texto”. Y los gobiernos tampoco son inocentes, pues “sus políticas educativas eran egoístas/, iban y venían como las olas del mar”.

Voces como la del docente chileno, Lester Igor Aliaga Castillo, lo dejan en claro: El sistema escolar está en una crisis de sentido, en el mundo, no solamente por la globalización y la irrupción de la informática y la relativización valórica que plantean algunos medios de comunicación y, como consecuencia lógica, la sociedad en que vivimos; sino por una desmotivación galopante que se aprecia en los estudiantes por asistir a la escuela y por aprender lo que se supone deben aprender”.

Al inicio de cada año escolar, ritualmente, nuestros funcionarios educativos ponen cara de preocupación por la ausencia de niños en las aulas; y con caras estudiadamente contritas se idean rutinarias y destempladas campañas para conseguir prosélitos, más que estudiantes, que acompañen la marcha fúnebre de esa Escuela que muere y que nadie hace nada seriamente para evitarlo.

Hoy es ‘Everybody to school”, ayer tuvo otro slogan. Todos los años, igual. No solo aquí sino en el país entero. El año pasado el MEN con su campaña: ‘Tus hijos tienen sueños, ayúdalos a cumplirlos’, pretendía que ningún niño o joven se quedara por fuera del sistema educativo ofreciéndoles “gratuidad educativa universal en los colegios públicos de todo el país”, de modo que pudieran “cumplir sus sueños y tener mejores oportunidades”. Aquí es with the purpose to guarantee education (education is completely free from Preschool to eleventh grade) for all children, adolescents and all school age youth”.

¿Por qué, por una vez, no se sientan nuestros líderes a pensar las razones por las cuales los niños no vuelven a la Escuela? ¿Por qué será que no ven en esa escuela la Escuela que desean? No parece razonable enrolar por enrolar “those who were never enrolled”, o recoger “those who had abandoned school for whatever reason”. ¿No debería primero saberse con certeza por qué hay quienes “had preferred to develop other activities or those who do not show an interest in achieving basic studies”? Si la preocupación del Everybody to school” no es entregar a los niños herramientas de dignificación, sino que es por cuestión de asignación de recursos a las arcas departamentales, mejor apague y vámonos.

¿Saben y son conscientes nuestros gobernantes de las condiciones en que docentes y estudiantes ejecutan su labor? ¿Cómo, pues, pretenden atraer y retener a los niños? ¿Saben y son conscientes docentes y directivos de las condiciones en que los niños asisten a clase?

Lo que el niño encuentra es desmotivación, procesos escolares intimidantes y castradores de la creatividad y del pensamiento crítico. Hacinamiento, incomodidades, falta de recursos para llevar a cabo el proceso de aprendizaje, tensos ambientes escolares, ausencia de recurso humano de apoyo, etc.

En fin, si el niño no es feliz en la escuela y en su vida, verdadera Misión de la Escuela, como afirma Mauricio Oviedo Varón, rector del Colegio Campestre Goyavier (Floridablanca) no cesarán las inútiles campañas como Everybody to school’ o ‘Tus hijos tienen sueños, ayúdalos a cumplirlos’.