You too

Imprimir

EDNA.RUEDEA2Últimamente y con más ahínco se discuten en la calle y en las casas, perspectivas que se daban por sentadas: palabras como machismo, feminismo, género, feminicidio, y hashtags como #metoo #niunamas #miracomonosponemos, le hablan a una sociedad que se despierta de a poco.

La afectividad masculina se ha dirigido tradicionalmente a sus congéneres y, la evaluación de sus compañeras usualmente termina por corresponder a los servicios que de ella reciba, más parecida a una relación maternal-servil que a una amistad con atracción sexual, empatía y sinergia.

Conceptos como ‘buena mujer’ van cruzados con las aptitudes culinarias, mantenimiento del hogar, y en general el cumplimiento de cuatro estándares implantados por un tipo particular de consumo: el primero el de la madre amorosa, idealizada, nodriza, silente, asexuada, servil y condescendiente; el segundo el de una prostituta cosificada, hecha para y con un propósito, abstraída de los afectos, simétrica y estéticamente tolerable, capaz de ser divertida pero no controversial.  

También una hija (mujer menor, que puede o no llamarlo ‘papi’) interdicta, frágil, temerosa y al borde de la inimputabilidad, damisela en peligro, que es incapaz de la autogestión; o una fabricante de prole, de caderas anchas y pechos productivos sin argumentos para interactuar, pero con los valores de la madre (y que psíquicamente se vuelve la madre).

Las cuatro, muy rara vez en la capacidad de compartir espacios y gustos, muy rara vez vista como una amiga, una colega. Como consecuencia de esta visión, La masculinidad ofrece a las mujeres exclusión en espacios: bares, clubes, deportes, cargos públicos, incluso comportamientos (viajar sola, caminar de noche, usar una ropa determinada, disfrutar de su sexualidad) etc., con la misma displicencia que se objetaba a poblaciones afro en la Europa desde XVII.   

Si bien hoy se mantiene un diálogo, del que se sospecha se entiende bidireccionalmente, aun se cae en aforismos como: “lo hace bien (pensar, conducir, escribir, o cualquiera de las acciones que se relacionen con el rol masculino) para ser mujer”, que casi deslegitima cualquier avance en la vivencia de la equidad.

No, no somos iguales, en realidad nadie es igual a nadie, no debe serlo, no necesita serlo, pero en la mente simplista, este es el concepto que más se aproxima a la tolerancia de la diferencia, la normalización del individuo hace más fácil hacerlo encajar en alguna categoría socialmente aceptable, y en ese sentido el planteamiento de la diferencia como norma, sencillamente altera el orden poco orgánico que implica el patriarcado.

El feminismo no aboga de ninguna manera por el derecho a dañar a otros, solo reconoce el pensamiento de la mujer como válido, en ocasiones divergente y ofrece una mirada alternativa, no significa que sea la verdad revelada, y seguramente evolucionará hasta encontrar consensos más amplios, pero no es un monstruo venido a disminuir los derechos del Adán, en cambio, le permite encontrar una Eva.

El feminismo también guarda derechos nuevos para el género masculino, no ser visto en función de su producción económica, o su virilidad, liberándolo de la constante prueba que supone la masculinidad, permitiendo para el afecto y el diálogo libre con las mujeres sin presumir intencionalidades.

Saliendo del paraíso, donde los roles de ambos no se definían por sus aptitudes en la cocina o el dinero que traían a casa, Adán y Eva, encontraron que el verdadero edén era el lugar donde se veían con iguales derechos, un lugar donde ambos tenían una opinión valedera, y donde Incluso el error era compartido. Bien por Adán, now:  #youtoo.

Última actualización ( Sábado, 05 de Enero de 2019 11:29 )