Del existencialismo al ‘importaculismo’

Imprimir

Podríamos pensar que la desidia con la que el Estado nos mira, recibe al fin un poco de su propia medicina, que es el desdén con el que el gobierno central trata la crisis polifacética que vive la isla que fue contestado de una manera intelectualmente revolucionaria, pero eso significaría que el electorado sanandresano después de un proceso reflexivo decidió dar, al unísono, como respuesta el silencio. Pero yo no creo que ese sea el caso.

¿Por qué el 75% de los votantes de las islas no sintió que su deber ciudadano tenía un valor definitorio?, quizás porque en principio no lo tiene. Ni porque votaran los miles de personas escondidas en los recovecos de la isla, seriamos significativos en la toma de una decisión. Puede que sea eso, y en una manifestación del subconsciente colectivo decidiéramos abandonar sin siquiera participar. Esta justificación podría ser tomada para sí por cada uno de los miles de caseríos que al final componen a la Colombia rural, pero ellos si votaron. Entonces no fue eso.

Me resguardo en una teoría más oscura y decadente: la condena a la inmanencia. Una palabra que en la filosofía existencialista se usa para designar aquello que es propio, que no trasciende, que se queda pegado al ser como un chicle en el pelo y que en realidad es y se vuelve parte del pelo, lo que implica que deshacerse del chicle es, siempre deshacerse del pelo.

Lo que trasciende en cambio es lo que circula, lo que va mas allá, lo que no se ata, lo que significa algo aun sin estar pegado a su origen. A la inmanencia podríamos hacerla análoga a la mezquindad, a lo que le sirve a cada uno, al bien superficial y simplista en el que parecemos estancados, la trascendencia en cambio es un asunto colectivo, un ver más allá, ser siempre un proyecto.

Y es que ya parece no importarnos nada: la queja sorda, las redes sociales, las manos en jarra, la echada de culpa, y ya... al final, no pasa nada. La espera estéril a que sea viernes parece ser lo único que nos une, como si el viernes acabaran todos los problemas y se cerrara un circuito que se ha vuelto más bien un espiral. No pasa nada. Ni en el hospital, ni en las basuras, ni en las calles, ni en los corazones, ni con la delincuencia, ni con las familias, y estamos viviendo día a día esperando que sea viernes, o fin de mes, o fin de año, de todos los años, hasta que se acaben los años.

El abstencionismo es uno más de los síntomas que tiene una sociedad profundamente enferma, triste, inmanente. El abstencionismo fue la respuesta a todas las preguntas, pero sobre todo a una : ¿y tú qué haces por cambiar la situación?, y entonces el 75% de la isla dijo: (…)

También esta la razón que ha provocado más impuntualidades y ausencias a citas en la historia del archipiélago: es que llovió.