Del barco Seaflower a la balsa de la Medusa

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La historia del naufragio de La Méduse en 1816, que inspiró incluso al pintor francés Théodore Géricault quien inmortalizó años más tarde la dramática escena en que varios sobrevivientes intentaban mantenerse a salvo sobre una balsa construida con los maderos de la fragata, se adapta –desde mi punto de vista– a la cruda realidad actual del Departamento.

La fragata Méduse formó parte del convoy que en 1816 partió de Rochefort con la misión de aceptar la devolución británica de la entonces colonia de Senegal bajo los términos de franceses. Lo acompañaban el buque-bodega Loire, el bergantín Argus y la corbeta Écho. El vizconde Hugues Duroy de Chaumereys había sido nombrado capitán de la fragata pese a haber navegado muy poco en 20 años.

Según los relatos, la Medusa aprovechando su ventaja se adelantó a las demás pero perdió rumbo. “Fue al garete y se desvió de su curso 100 kilómetros. El 2 de julio encalló en un banco de arena en la bahía de Arguin, en la costa de África Occidental, cerca de la actual Mauritania”.

Y la historia continúa diciendo: “la colisión se debió en gran medida a la incompetencia de un francés emigrado que carecía de experiencia y habilidad, pero que habría conseguido esa misión como resultado de un acto de favoritismo político”.

Tres días después intentaron realizar el viaje de los 60 kilómetros que los separaban de la costa africana en los seis botes de la fragata. Aunque la Medusa llevaba 400 personas, en esos botes sólo había espacio para 250. Se sabe que 17 miembros de la tripulación decidieron quedarse a bordo de la embarcación siniestrada.

Al menos 146 hombres y una mujer se apiñaron en una balsa de 20 metros de largo por siete de ancho, construida de prisa, que se sumergió parcialmente al recibir la carga.

Los demás botes intentaron arrastrar la balsa, pero pocos kilómetros después sus amarras se soltaron y el capitán dejó a los pasajeros del improvisado planchón entregados a su suerte, “llevados hacia las fronteras de la experiencia humana, desquiciados, sedientos y hambrientos, asesinaron a los amotinados y a los más débiles y comieron sus cadáveres”.

Después de 13 días, la balsa fue rescatada con sólo 15 hombres vivos; la mayoría fueron asesinados, arrojados por la borda por sus propios camaradas, murieron por inanición o se habrían arrojado ellos mismos al mar en medio de su desesperación.

Se hace la analogía entre la actual situación de la isla, con lo que en un momento dado fue la misión del Seaflower portando en 1631 el primer grupo de colonos puritanos que venía directamente de Inglaterra a San Andrés (Henrietta); a donde –en principio– se vislumbraba como un ”lugar muy fértil y de halagadoras perspectivas”.

Estas expectativas se han visto menguadas con el pasar de los años, y por el contrario se observa un territorio sobrepoblado, sobrevendido, subvalorado, exprimido, con grandes amenazas sociales, ambientales y naturales; con crecimiento sin desarrollo. Cual balsa sobrecargada y sin capitán al mando, a la deriva...

De acuerdo con el más reciente –y contundente–balance de la Contraloría General de la República, donde se exponen los resultados de una auditoría de cumplimiento realizada en varios frentes, queda al descubierto la deficiente gestión institucional en San Andrés.

El departamento colombiano más susceptible a los estragos del cambio climático, de acuerdo con el Ideam y con otros estudiosos en la materia, presenta –según la Contraloría– una deficiente disponibilidad de agua dulce y sus acuíferos están contaminados por la filtración de desechos domésticos.

Las aguas residuales son vertidas al mar a pocos metros de la línea de costa, sin ningún tipo de tratamiento y sin que a la fecha se hayan tomado medidas efectivas para prevenir y corregir la contaminación y afectación en la zona.

El manejo de lixiviados en el relleno sanitario ‘Magic Garden’ es inadecuado y este lugar está llegando a su máxima capacidad de diseño, lo que aumenta la problemática de la disposición de residuos.

El órgano de control advierte además la evidente falta de articulación entre las entidades encargadas de la planificación territorial y ambiental; además de la pérdida de los objetivos de conservación de áreas protegidas.

Y como si esto fuera poco, la Procuraduría General de la Nación alejó de su cargo al gobernador Ronald Housni Jaller por trece meses. En fin, estamos al garete...

“Una isla es como una gran embarcación navegando en el océano”, requiere de maquinaria adecuada para enfrentar las inclemencias del clima, insumos suficientes para la supervivencia y un constante mantenimiento; sistemas de orientación, claras normas de permanencia y comportamiento al interior de ella, autoridad y disciplina.

Necesita de una tripulación con capacidad de articular procedimientos, presta a cumplir las asignaciones, pero más que todo, de oficiales dispuestos a cumplir las órdenes de un capitán que tenga mano firme para ‘ajustar las velas y llevarnos a un buen destino’.

Última actualización ( Miércoles, 25 de Abril de 2018 09:03 )