Educación y Desarrollo

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En la presentación del Informe, Jim Yong Kim, Presidente del Banco Mundial, nos recuerda cómo su país, Korea del Sur, tras la guerra fratricida (1951-1953) tenía una población sumida en la miseria y el analfabetismo, por tanto, muy difícilmente podía atender las necesidades básicas de sus gentes.

Cuenta que sus líderes vieron en la educación el único camino para salir de la miseria económica, de modo que centraron sus esfuerzos en transformar la Escuela y se decidieron a “educar a todos los niños, y a educarlos bien”. Políticas de Estado “inteligentes e innovadoras” junto a un sector privado consciente de su responsabilidad social y del apoyo popular muy pronto cosecharon sus frutos.

Es común pensar que la prosperidad de los pueblos radica en una economía fuerte, pero para el periodista Andrés Oppenheimer: “los que tienen en sus manos el futuro de nuestros países son los ministros de Educación”. ¿Alguien duda que en las aulas de hoy están los ciudadanos, los líderes, los trabajadores de mañana? Entonces, una buena educación es inversión beneficiosa a largo plazo.

Poseer un sistema educativo fuerte, equitativo e incluyente abre puertas prometedoras para todos sin depender de la cuna, la fortuna o el apellido del niño. Pero no solo brindar educación, lo verdaderamente importante es aprender y adquirir habilidades. Sin embargo, el BM es claro en afirmar que “en muchos países y comunidades el aprendizaje no se está materializando”, lo cual “es una lamentable pérdida de recursos valiosos y de potencial humano. Y lo que es aún peor, constituye una injusticia”.

En Colombia la Constitución afirma que “La educación es un derecho de la persona”, y la Corte Constitucional no se cansa de recordarlo y exigirlo: El derecho fundamental a la educación de los menores de 18 años cobra especial relevancia en atención al principio del interés superior del niño, el cual debe responder a sus necesidades” (Sentencia T-008/16). Pero hasta ahora no hay sentencia que induzca al sistema educativo a producir resultados, lo importante que el niño “esté” en la escuela así no aprenda nada o no le sirva de nada.

Esta “crisis del aprendizaje” se da a nivel mundial, según se lee en el Informe del Banco. Y claro, eso da consuelo, así sea consuelo de tontos. Tres son las evidencias que presenta el escrito en mención para demostrar la crisis.

Una, los resultados del aprendizaje son poco satisfactorios generando desigualdad, bajos niveles y lentos avances. Luego de muchos años de escolaridad demasiados estudiantes carecen de las competencias básicas de lectura, escritura y aritmética. Año tras año lo vemos en las Pruebas SABER 11, o en las de los Grados 3, 5 y 9. Ni se diga de los resultados en la Pruebas PISA. Alguien pudiera alegar que la pobreza es barrera infranqueable; argumento falso si se considera, por ejemplo, que en 2012 los estudiantes de VietNam tenían el mismo rendimiento que los de Alemania, a pesar del desigual nivel económico.

Dos. La escuela le está fallando a los niños, debido a la carencia de uno o de varios de los siguientes elementos, claves para el aprendizaje: “Estudiantes preparados, una enseñanza eficaz, insumos centrados en el aprendizaje, y directores de escuela calificados y una gobernanza adecuada que aglutine todos estos elementos”.

En este punto recordemos, por ejemplo, la situación de desalojo en que viven las comunidades educativas del CEMED y el Bolivariano desde hace unos cinco años.

La tercera evidencia: el sistema educativo le está fallando a la Escuela. De las varias anotaciones que hace el BM en su Informe sobresale una que será bien difícil entre nosotros de erradicar: carencia de indicadores confiables que muestren si los procesos apuntan a que el niño aprenda. Es conocida la reticencia de los sindicatos docentes a la evaluación y las controversias y oposiciones a las evaluaciones externas llámense PISA o SABER, o MAR, entre otras. De remate, el gobierno Santos ha decidido suspender las Pruebas SABER 3, 5 y 9. Sin indicadores de medición, es muy difícil de priorizar el aprendizaje. Y si los pocos que aparecen no se utilizan, peor.

La creciente producción de conocimiento y la urgencia de aprehenderlo obliga a trasladar el énfasis escolar al aprendizaje y a la concientización. Y esto implica cambios en el rol docente quien debe pasar del papel de iluminador al de orientador y a los gobiernos a formular planes y proyectos de largo plazo.

¿Están conscientes de ello nuestras autoridades educativas, políticas y administrativas? Por lo que se ve, no.