El salto cuántico del Estado

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CRISTINA.BENDEKEl mundo está sometido a presiones divergentes, a discursos encontrados, y a una profunda crisis paradigmática en la que la globalización económica y el multilateralismo tambalean frente a los discursos nacionalistas y las tendencias proteccionistas.


El Caribe es un caso de estudio perfecto, una región históricamente susceptible a una explotación desigual, y San Andrés es como un ejemplo de libro.

El viernes 6 de abril tuvimos en la isla un conversatorio organizado por la Universidad Nacional, sobre la Opinión Consultiva de la Corte Interamericana de Derechos HumanosOC-23/17, el último insumo que recogió la avanzada de la Cancillería. El agente de Colombia en la CIDH y autor de la solicitud de opinión consultiva, el destacado jurista Ricardo Abello, fue el invitado principal.

La opinión consultiva de la Corte Interamericana se emitió en el pasado mes de febrero, y es una respuesta a la solicitud hecha por Colombia, para dilucidar el alcance de la jurisdicción del Estado a la hora de proteger el medio ambiente cuando están en juego los derechos a la vida y a la integridad personal de sus nacionales.

El evento se complementó con los comentarios del abogado Fady Ortíz Roca, ex asesor de la Cancillería; el ingeniero Walt Hayes, miembro de la Autoridad Raizal y vocero en audiencias de la CIDH en Guatemala; y, quien escribe esta columna, profesional en Gobierno y Relaciones internacionales.

Con la sala llena, los asuntos que concentraron la atención del auditorio fueron las preguntas comunes, que no por repetidas dejan de ser fundamentales: ¿quién soy yo para el Estado? ¿Cómo beneficia la opinión de la corte al pueblo étnico? Y las infaltables: ¿cuándo será coherente el Estado entre el hecho y el derecho?, ¿cuándo Colombia protegerá a los isleños de los riesgos en semejante frontera?

Desde el punto de vista jurídico, la opinión consultiva resulta favorable para el Estado colombiano. Reconoce que el Estado tiene jurisdicción por fuera de sus límites internacionales, en el marco de la Convención Americana de Derechos Humanos. Es decir, en términos estratégicos, es un resultado que refuerza la defensa colombiana frente a Nicaragua en La Haya, en la demanda en curso por incumplimiento del fallo del 19 de noviembre de 2012.

Discursivamente, Colombia no habría podido entregar el maritorio perdido, porque la Convención Americana de la que es signataria la obliga a proteger a sus nacionales y al medio ambiente, frente al expansionismo de perfil extractivista de su vecino. Del conversatorio se desprendió una presunción de que, con base en la redacción de la corte, también la opinión consultiva podría proteger a la Reserva de Biosfera Seaflower frente a la minería y la explotación petrolera.

Es una hipocresía, se escuchó de algunos. El desacato es un lunar en la tradición legalista colombiana, y la posición doméstica dista mucho del espíritu de la Cancillería de buscar una protección para el Archipiélago frente a las actividades de Nicaragua, de cuyo proyecto canalero queda es un cascarón legal que se está llenando de despojos territoriales, de puertos de aguas profundas, y de licencias mineras.

La crisis global refleja grandes intereses, totalmente divergentes, que chocan en un contexto de transformaciones geográficas y de escasez de recursos. Aquí es el territorio el que se acaba, y con él la garantía de supervivencia de los proyectos de vida alternativos a la sociedad basada en la producción y el consumo masivos.El modelo de desarrollo del Archipiélago basado en el turismo extractivo debe revisarse urgentemente, y al respecto la opinión consultiva es un poderoso aliciente.

Los estudios de impacto ambiental, las estrategias de mitigación y los planes de contingencia que estableció la corte son un precedente importantísimo para la protección de la Seaflower, y podrían, y deberían, ser resaltados en la agenda local, con respecto a cualquier obra pública o privada con vocación de permanencia. Es desde aquí que San Andrés resalta la crisis del multilateralismo, y el proteccionismo de mantener cerrada completamente esta frontera estratégica.

Al Estadose le piden saltos cuánticos. Tendría que pasar de relacionarse con sus grupos étnicos y de fronteras desde la soberanía clásica, a hacerlo desde el diálogo, la cultura, y el fortalecimiento de las relaciones transfronterizas. Mientras consigue efectivamente pensar en el Caribe como en una unidad indivisible y superar su tendencia conservadora, nos deja una herramienta más, que invita a recintos desconocidos del derecho internacional, y que motiva a las comunidades a vigilar, y a avanzar en sus reivindicaciones territoriales.-Peaceout.

Última actualización ( Sábado, 07 de Abril de 2018 09:19 )