Nueve

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EDNA.RUEDEA2En alguna ocasión, uno de los cientos de maestros que he tenido, en lo que en retrospectiva parece una carrera de 35 años, nos impuso una metodología a mí y a mis compañeros, por decirlo menos: exótica.  El pedagogo nos proponía hacer caso omiso a la nota individual que cada uno obtuviese en el último de los exámenes, y en cambio,  si todos aprobaban la calificación sería un uniforme nueve.

  Es decir, si usted se sacaba, por ejemplo, un ocho y todo el grupo aprobaba obtenía  una unidad extra,  pero si usted estaba navegando en la mediocridad del 6, su beneficio se aumentaba.  En una materia que tradicionalmente no tenía muchos estudiantes en la excelencia, el asunto pintaba como un buen negocio.

Lo que logró el experimento del profesor, fue armar una coalición cuyo objetivo era llevar a los más deficientes al estándar mínimo aceptable, y puso en marcha el plan más dinámico de estudios al que me he sometido alguna vez: Los pilos, llegaron con carteleras, diapositivas, tizas, marcadores, técnicas avanzadas de estudio y un sinfín de herramientas para traer a los menos avezados del lado oscuro, a  la fuerza.

Por su parte, los que se sentían en una posición de debilidad prepararon sándwiches, refrigerios y café -mucho café- para compensar el esfuerzo intelectual de los primeros.

Los apuntes de los más juiciosos, los alumnos que asistían armados con mil lapiceros de colores y resaltadores que humillarían al cualquier pequeño-pony, tenían resúmenes en cuadernos que parecían preimpresos por alguna princesa de Disney, pero que en esta ocasión eran leídos y analizados por rockeros de poca monta y extraños pseudo-emos-cuenteros que agregaban dramatismo a la lectura para hacerla inolvidable.

Fueron horas incontables de esquemas, repeticiones, listas, evaluaciones, y el surgimiento de un muy particular colegaje que llevó como ganancia adicional, un sinnúmero de anécdotas entre personas, que a pesar de los años de convivencia, por primera vez cruzaban palabra.

El resultado fue un misterio.  El promedio del salón, como lo había prometido el maestro fue de 9, en realidad todos habíamos sacado como calificación oficial un nueve, nunca supimos ¿quién había sido el mejor?, si hubo quien no pasó la prueba, si el promedio hubiese sido menor, o en una remota posibilidad todos habíamos obtenido un avasallador diez y el maquiavélico docente nos había rebajado la calificación.

Lo cierto es que logró hacer de nosotros una comunidad nueva, enfocada en el bien común y no en las individualidades, nos llevó, casi nos obligó, a preocuparnos por el otro, al punto de poner nuestras cualidades al beneficio del prójimo, fuese esta ventaja culinaria o académica.  Durante las dos semanas que duró el experimento, este hombre logró enseñarnos mucho más que su materia, logró hacernos el tipo de ser humanos que hemos pasado la vida tratando de replicar.