Sobre el hipódromo

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CRISTINA.BENDEKEl 3 de noviembre pasado la Gobernación Departamental anunció que el pliego licitatorio para la construcción del hipódromo ya se había publicado. El predio ya está destinado en inmediaciones Velodia Road, al sur, cerca de donde hoy se realizan las tradicionales carreras de caballos, las que se espera en 2019 se celebren estrenando el nuevo elefante blanco caribeño.

No se trata de una acción para preservar el patrimonio, o se trata sí de una forma muy limitada de comprenderlo. Yo no soy una experta, aclaro, pero me atrevo a-opinar con argumentos sobre este tema, porque pensar y comunicarse es gratis.

No es cierto que “toda la comunidad” reciba de buen agrado el proyecto del hipódromo. Las carreras de caballo, tradicionales tanto en San Andrés como en Providencia, se corren siempre en rectas, no en circuitos. A pesar de la lamentable muerte de un personaje emblemático a causa de la improvisación de esas celebraciones, la solución no era meterse en camisa de once varas con un proyecto que no tiene futuro.

¿Por qué no tiene futuro? Bueno, basta con una ojeada afuera. En grandes países, digo, en Argentina, en Alemania, en México, en Estados Unidos, los hipódromos son fracasos financieros, insostenibles, que arrojan pérdidas, y que se solventan no a punta de carreras de caballos, sino con el alquiler de centros de convenciones.

Yo no me imagino un centro de convenciones en Velodia Road, aunque me fastidia menos eso que imaginarme al hipódromo solo, porque el predio que está destinado para su construcción es un predio de zona rural, confiscado al narcotráfico, que la Sociedad de Activos Especiales (SAE) tituló al Departamento a mediados del año pasado.

Yo todavía me sorprendo de la poca capacidad para priorizar de la Gobernación Departamental. Resulta absurdo que se destine uno de los terrenos más grandes dentro del portafolio que le entregó la SAE al gobierno, para erosionarlo de por vida, bajo los cascos de los caballos. Una erosión irreversible, un error garrafal, tratándose de un recurso tan limitado como la tierra en una islita de veintisiete kilómetros cuadrados.

Mientras el proyecto del hipódromo, según el gobierno, va viento en popa, la discusión sobre la seguridad y la soberanía alimentaria se posterga y se dilata. No voy a caer en el error de señalar –aunque no estaría del todo equivocada porque la voluntad política lo puede todo– que los miles de millones de pesos destinados al hipódromo deberían destinarse a proyectos de soberanía alimentaria. Pero prioridades en infraestructura hay muchas otras, y parece que ese es el rubro en el que se ha consignado el hipódromo.

Pero eso no es prioritario en infraestructura. No se trata de una vía en un barrio, ni siquiera de la pavimentación de las calles del centro, o de la adecuación de los escenarios deportivos que ya existen, y que están corriendo la misma suerte que correrá este otro.

En conversación con varios nativos, de varios barrios y que frecuentan las carreras de caballo, resulta jarto pensar que un escenario informal como Velodia Road, en donde los pelaos corren detrás de Perrenque, en donde se vende cerveza a los costados de 'la pista', y en donde no hay que pagar ninguna entrada, porque no hay entrada, se vaya a dañar dentro de la formalidad de un circuito.

Encima de todo, se trata de una inversión millonaria que fortalece el juego, las apuestas. Y creo que por ahí es que le entra el agua a este coco. No, señor Gobernador, Gobernación Departamental, ciudadanos, gente. Esto no es un proyecto para fomentar la cultura nativa, no es una obra de infraestructura o es la obra más innecesaria que se haya emprendido jamás en San Andrés –lo digo a modo de exageración, lo reconozco, habrá otras que ya me señalarán después de esta afirmación–.

El hipódromo es una mala solución al problema de la seguridad en las carreras de caballos, porque es una solución que no nos pertenece culturalmente.

En vez de buscar por dónde saltan los miles de millones, uno podría pensar en un proyecto de adecuación de Velodia Road, en señalización e insumos para la seguridad de los espectadores y los deportistas. Se gasta menos, se gana mucho más, y definitivamente, se cumple a la comunidad en coherencia con las prioridades. Mientras no se resuelva lo vital, ¿qué hacemos dañando lo poco que tenemos?. Peaceout.