La indignación y la libertad

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¿Para qué buscarle cuatro patas al gato? Como en una sátira épica, las palabras de “empresarios tradicionales” –sí, dirán que explotadores que no viven en las leyes del amor– calaron fuertemente en redes y círculos sociales, en partidos, organizaciones y fundaciones, en la Cámara de Comercio, en la Gobernación Departamental, en Presidencia de la República, en Cancillería, en la sala de la casa, en los restaurantes, en la playa… ¡Carajo!

¿Qué se puede esperar? Si uno poco puede desilusionarse ya de un Estado que ha reconocido la negligencia histórica, poco puede desilusionarse de las recurrentes improvisaciones de líderes políticos igualmente improvisados.

Aprovecho para corregir a un notable colaborador de aquel grupo, que se equivocó cuando afirmó que los raizales nunca habían tenido oposición. Tal vez que yo haya nacido aquí sea resultado de la tremenda oposición, de todo el aparato del Estado, al desenvolvimiento libre de una distinguida sociedad insular. Oposición, toda la de la Historia oficial. ¡Toda!

Pero lo entiendo. No todos llevamos, como sí los raizales, casi cincuenta años de resistencia. ¿Desorganizada, contradictoria? Pues qué sorpresa, es una lucha humana, sí, y ha tenido la continuidad y la constancia para lograr objetivos, algunos ya materializados, como el derecho a la consulta previa, y otros todavía con largos caminos por recorrer, y con amenazas más importantes que la afectación de negocios privados, cosa que parece la motivación de un irresponsable discurso de separación identitaria. La masa se anima al servicio de pocos.

Esto ya pasó, me dije entre tanto alboroto. Nunca me habían etiquetado tantas veces en Facebook en fotos en las que no aparezco. Esto está pasando en el resto del Mundo. La indignación es justificada, pero yo me negaré a ubicarme en un polo, a andar en círculos, aislada y dividida en el ciclo del miedo. Mi sangre africana perdonó los errores de la sangre de los secuestradores, y la raíz nativa perdonó a los colombianizadores. Si entre ellos mismos se gustaron y se quisieron, ¿quién soy yo desde el futuro para reprochárselos? Ya el daño está hecho, y estoy yo para verificarlo.

Yo puedo decidir. Mi posición es que lo que importa es la elección propia. Lo veo en las declaraciones de amor que hasta notables isleños por adopción les hacen a la raizalidad y a sus causas en sus muros de Facebook, y en el trabajo y compromiso incansables de muchos. Si no eres raizal no eres y ya, ni modo, aunque a algunos políticos les parezca que hay que declararse raizal para no estar out; pero lo que está in es el respeto por el otro, y la virtud de la coherencia entre los pensamientos, las palabras, y los actos.

Las opiniones y las creencias infundadas son peligrosas, es mejor callárselas, y en vez de afirmar, preguntar. Y pues ya soltada la lengua de los improvisadores, ¿voy a caer en las trampas de la distracción? Ya estamos grandes. A la ignorancia se le guapea con risas. Happy Emancipation Day el primero de agosto, los actos de libertad dicen más que las palabras. Peaceout.

Adenda: una mañana limpiando la cocina escuché al líder de este movimiento nuevo decir en la radio sobre el derecho a cuestionar el Estatuto Raizal que hasta al marrano cuando lo van a matar lo dejan chillar”. Apagué y recordé que como no viviré para siempre, debo aprovechar el tiempo. ¿Sabían que las nuevas plantas desalinizadoras que tendremos no desalinizarán agua de mar, sino de pozo? (Risas).

Última actualización ( Sábado, 29 de Julio de 2017 05:54 )