Notas

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La primera nota es sobre la última columna: “San Andrés, la fea”, donde propongo un macroproyecto de aseo, similar en costos a otros no tan necesarios, de tal manera que se haga una gran inversión, un gran y sistemático esfuerzo para limpiar a San Andrés.

Una ‘Operación Limpieza’ para recuperar la belleza natural de San Andrés, oculta bajo una capa de suciedad e incultura. Que permita disfruta vías como Little Hill, bellísimas mientras se mire hacia los árboles o hacia el horizonte de mar, y no al piso nauseabundo de basura y desidia.

La nota (que faltó) es para mencionar que en Providencia y Santa Catalina se está adelantando, por parte de la Alcaldía, un proyecto significativo de limpieza, con efectos prometedores, que las tienen bastante limpias como prueba de que una ‘Operación Limpieza’ es posible.

Cabe esperar que la limpieza misma empiece a cumplir una función didáctica, hasta ahora no muy evidente en el plan, que debe también apoyar iniciativas locales de reciclaje, para que las islas permanezcan limpias no solo porque las limpian, sino porque no las ensucian. Lo cual es necesario, ideal y posible.

Por otra parte, en mi columna sobre ‘Amnesia Ambiental’ dije que sería una feliz equivocación mía si mi afirmación sobre la crisis del cangrejo negro resultaba exagerada. En efecto, publicada la columna, hubo una migración de cangrejos significativa, que hizo que mi calificación de “irrisoria” no fuera del todo acertada.

Por desgracia no me equivoqué lo suficiente, pues el descenso tampoco fue comparable con los de mejores años. También me equivoqué, por fortuna, al pensar que la memoria de la gente fallaría. Resulta que no; muchas personas coincidieron en afirmar que el descenso había sido modesto comparado con otras épocas, esto quiere decir que aún hay memoria de las grandes migraciones y que muchos son conscientes del cambio desfavorable y de que el cangrejo está en riesgo de dejar de ser un recurso significativo en la vida económica y cultural, un Baluarte de la Cultura de Providencia y Santa Catalina, como ha sido reconocido internacionalmente.

La columna ‘Más no, mejor sí’, plantea la necesidad de que no haya más turismo, pero sí de que haya mejor turismo. Suscitó un comentario que estaba ponderando en exceso lo “único” de nuestro mar, y la indebida soberbia que ello podría generar. En efecto hay que ser cuidadoso al respecto, sobre todo porque para muchas personas este es el único, ahora sí, mar que conocen, y por ello les es muy difícil juzgar si es mejor o peor que cualquier otro.

Pero difiero en la necesidad de más infraestructura turística, al menos mientras la infraestructura natural (verde de las islas, su paisaje y producción agrícola; azul del mar, arrecifes para el buceo, la pesca, la contemplación), base de la economía insular, es menospreciada, descuidada y agredida.

No creo que haya prioridad mayor que proteger una maravilla natural como el arrecife, dejar de sepultar bajo basura la belleza de las islas, impedir el avance de una subcultura que promociona con entusiasmo las propiedades afrodisíacas del ‘coco loco’ y a la prostitución como gran atractivo de las islas; pero poco recuerda lo que significa la Reserva de Biosfera, ni entiende que el mar solo es azul en los poemas y en algunos lugares privilegiados como nuestro Archipiélago.

Mi columna sobre ‘Desarrollo o Cáncer’ apareció junto con declaraciones del director de Fontur sobre proyectos turísticos en el Archipiélago y denuncias de la Procuraduría sobre la OCCRE.

Piensa uno en la diferencia entre lo urgente y lo importante, entre lo coyuntural y lo estructural. Mientras se vive un modelo de desarrollo destructivo y no se hace nada al respecto, Fontur propone obras coyunturales que profundizan el modelo, siguen el mismo camino: más y más turistas; ¡cuál capacidad de carga!, ¡cuál mejoramiento cualitativo! Más y más turistas, hasta la debacle anunciada por Johnny Cay.

Compensa algo la noticia de mayores exigencias para que la oficina de la OCCRE ejerza sus funciones y ataque, allí sí, uno de los problemas estructurales de las islas, que no es solo el exceso de población, sino que gran parte del empleo es otorgado a gentes que, con subterfugios, se justifica traer del interior.

Las islas producen enormes cantidades de riqueza; el problema es que benefician a otros. A nuestro modo nos parecemos a Buenaventura, que ha hecho de Cali una de las ciudades más prósperas del país, mientras se sume en la pobreza, la violencia y la desigualdad. Y que está, hoy, convertida en una bomba de tiempo.

A ver si seguimos por ese camino...