El tesoro de las Islas

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Efectivamente, los primeros visitantes europeos de las islas, antes de la colonización británica de 1629, fueron piratas y bucaneros; así mismo es cierto que Morgan vivió un corto tiempo en Providencia y de allí partió para su famoso saqueo de Panamá. De la misma manera, es cierto que hubo naufragios en sus alrededores. Y también que, en el pasado, han estado en las islas cazadores de tesoros.

De allí a que haya grandes tesoros hay mucho trecho, pero para la calenturienta imaginación de los buscadores de tesoros es suficiente. El problema es que esto plantea una situación riesgosa, pues bien puede ocurrir que detrás de los ‘buscatesoros’ actuales, sean quienes sean, vengan más y hagan un gran destrozo en el patrimonio arqueológico e histórico de las islas.

La probabilidad de encontrar cofres llenos de oro y joyas es muy baja, pero, en cambio, la de que encuentren y dañen vestigios de poco valor económico, pero enorme valor histórico, es elevada. Se corre con ello el riesgo adicional de perder piezas fundamentales para conocer la historia de las islas.

Estas son muy poco conocidas desde el punto de vista arqueológico. Que se sepa, hasta ahora no se ha emprendido nunca un proyecto significativo para estudiar, por ejemplo, los vestigios de la colonización por los puritanos británicos, que llegaron a finales de 1629 y permanecieron hasta 1641. Poco y nada se ha estudiado sobre New Westminster y otros asentamientos que establecieron en las islas, ni sobre los varios fuertes que, según evidencia cartográfica, se construyeron alrededor de las islas para defenderlas de eventuales ataques de los piratas o de los españoles.

En el interior de Colombia hubo una enorme destrucción de patrimonio arqueológico por cuenta primero de los conquistadores españoles y luego de los guaqueros. En busca del oro con el cual se enterraba a los indígenas importantes, aquellos ‘cazatesoros’ destruyeron innumerables tumbas (guacas), con lo cual no sólo irrespetaban la memoria indígena, sino que destruían evidencias de su cultura material, ya que todo lo que no fuera oro o, en algunos casos, piezas cerámicas muy elaboradas, era roto y dispersado.

Aquí podría ocurrir algo similar; como no cabe esperar que de una colonización hecha en condiciones económicas difíciles (cabe recordar que los puritanos llegaron de huida de persecuciones religiosas) queden pieza de gran valor económico, lo que se pueda encontrar en gran parte de las islas sean artefactos necesarios en la vida cotidiana y reveladores de cómo era aquella y de las condiciones materiales de los colonos. Como no es probable que sean de mucha importancia para estos guaqueros modernos, lo que resulta probable es su destrucción.

Cabe pensar que en el episodio del Fuerte Warwick ya haya ocurrido algo así. Si, como se dice, lo que pueden haber encontrado y destruido los ‘cazatesoros’ fue la tumba de Luis Aury, puede dudarse que hayan encontrado oro o piezas de mucho valor, como no sea histórico. Es improbable que Aury tuviera grandes riquezas y aún más improbable que hubiera sido enterrado con ellas, aunque si con su espada, que supongo no tenga un gran valor comercial.

No obstante, el episodio del Fuerte Warwick debe servir para que el Estado colombiano asuma con seriedad la salvaguarda y estudio del patrimonio arqueológico e histórico, y de paso vigilar a estos dañinos aventureros que no dejaran de venir y seguir viniendo, mientras haya una posibilidad de que en las islas aún queden, si alguna vez los hubo, tesoros enterrados.

Lo que sí se puede decir, parafraseando al padre Martín Taylor, es que quizá en las islas no haya tesoros pero que, sin duda, las que si son un tesoro son las islas mismas. Su historia, desconocida en gran parte, incluida la de Morgan y sus corsarios, forma parte de la riqueza que, junto con su patrimonio natural y cultural, las hacen invaluables y fuentes potenciales de una riqueza que no tiene porqué acabarse nunca.

Las islas tienen el tesoro del mar que, bien manejado, dará por siempre pesca o donde se podrá bucear en busca de la enorme belleza de los arrecifes. Y el tesoro de su cultura, su idioma, su música, su gente, su historia, hoy en riesgo.

Debidamente manejados, a través de un desarrollo armónico y sostenible, y de un turismo cuidadoso y respetuoso, estos verdaderos tesoros pueden producir mucha riqueza y bienestar, para todos y por los siglos de los siglos. Ojalá así sea.