Educación y Trabajo

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OSWALDO.SANCHEZ
tampoco había hombre que cultivara el suelo (…) Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase”. (Gen 2: 5, 15).

Para SS Juan Pablo II, el hombre “Hecho a imagen y semejanza de Dios en el mundo visible y puesto en él para que dominase la tierra, está por ello, desde el principio, llamado al trabajo. El trabajo es una de las características que distinguen al hombre del resto de las criaturas (…)”, encíclica Laborem Exercens (Trabajo Laboral)

Las anteriores palabras tomadas de los textos sagrados y de la doctrina de la Iglesia las presentamos como cimientos de una verdad inamovible: el trabajo es un derecho intrínseco al hombre y nadie tiene la potestad de derogar tal precepto o de impedir su cumplimiento, so pena de quedar incurso en falta ante las Leyes Divinas. Para los que no creen en tales doctrinas digamos que el trabajo es un derecho y es obligación de los gobernantes posibilitarlo y promoverlo.

Una manera de hacerlo es facilitando a sus ciudadanos el acceso a una educación de calidad, pues con poco nivel de estudios es casi imposible entrar al mercado laboral, según afirma Begoña Cueto, profesora titular de la Universidad de Oviedo: "la situación de partida de cada joven en cuanto a su nivel de estudios influye directamente en su éxito laboral y, en el futuro, en su probabilidad de riesgo de pobreza y exclusión".

Por eso no deja de sorprender que el presidente comentando el informe del DANE sobre el Índice de Pobreza Monetaria y Multidimensional (IPMM) 2016 afirme sin mucha claridad que de lo que se trata “no es simplemente medir cuánto gana una persona o una familia, y lo que se exige es tratar que los seres humanos traten y disfruten de sus derechos”. En momentos de pesadilla de desarrollo como los que enfrenta actualmente el país, los primero y más notoriamente perjudicados son aquellos con un bajo nivel de estudios.

En efecto, de acuerdo con el IPMM el 38,6% de los hogares cuyos jefes de hogar tienen un nivel educativo primario o carecen de él, son pobres; con secundaria, el 27,5%; con Nivel Técnico o Tecnológico, 12,5%; Universitario o Posgrado, 5,7%. Para claridad, tengamos en cuenta que para el DANE un hogar de 4 personas es calificado como pobre si el ingreso total del hogar está por debajo de $966.692. Este mismo hogar es pobre extremo si su ingreso total está por debajo de $458.768.

Si aceptamos que 1.700.000 colombianos devengan el salario mínimo, no solo están $228.975 por debajo de la línea de pobreza, sino que según calcula la Revista Dinero apenas podrán dedicar un raquítico “7% para otros gastos mensuales, entre ellos educación”. Como se puede apreciar, los más vulnerables, entre ellos los niños, son los más castigados y condenados (entiéndase sometidos, subyugados) a permanecer así.  En la India son los “intocables”; aquí, “pobres”. Allá es el “karma”; aquí: “prosperidad para todos”.

El mismo DANE lo reconoce, pues en su Encuesta de Calidad de Vida para el 21,3% de los hogares no les alcanzan los ingresos para cubrir sus necesidades mínimas y para el 61,7 %, apenas sirve para cubrir los gastos mínimos. Si hemos de creer a los informes del Observatorio Laboral de la Universidad del Rosario, el porcentaje de informalidad laboral, llega a 65 %, y 14.200.000 trabajadores carecen de protección social. Obviamente en este número no se hallan “personas pudientes”. Cuesta trabajo creer que en Colombia la prosperidad sea para todos.

Las Pruebas SABER demuestran que los estudiantes de estratos socioeconómicos bajos son los que obtienen los resultados igualmente más bajos, creando un ciclo vital catastrófico en lo personal y en lo social pues las millonarias “inversiones” que se hacen en educación caen en saco roto, como lo predica la maestra de la Universidad de Oviedo en su informe “Bajo nivel educativo, baja participación laboral”:“Quienes tienen padres con bajos niveles educativos, siguen teniendo una mayor probabilidad de tener un bajo nivel de cualificación”.

El artículo 5 de la Ley 115 establece los fines de la educación, uno de los cuales, el 11, dice: “La formación en la práctica del trabajo, mediante los conocimientos técnicos y habilidades, así como en la valoración del mismo como fundamento del desarrollo individual y social”. Formación reglamentada por la Ley 1074 de 2006 y el Decreto 4904 de 2009, lo cual, por lo narrado, es pura “carreta”

Dadas todas las vicisitudes que registra la vida laboral de los colombianos de a pié, especialmente la de los jóvenes y de quienes en la actualidad se forman en las aulas escolares, no queda menos que decir que la fecha del Día del Trabajo no es para celebrar sino más bien, para reflexionar.

Última actualización ( Sábado, 13 de Mayo de 2017 08:30 )