Paradise

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Esta imagen paradisíaca de Providencia y Santa Catalina forma parte del imaginario de numerosas personas, como he tenido ocasión de corroborarlo durante unos días en el interior de Colombia. La palabra paraíso es frecuentemente usada tanto por quienes ya conocen las islas como por quienes quisieran hacerlo alguna vez. Así mismo es frecuente escucharla en boca de los turistas, sobre todo extranjeros, con quienes se entablan conversaciones ocasionales en la playa u otros sitios turísticos, cada vez más frecuentados.

No deja de ser sorprendente que, con mucha frecuencia, estos destacan, por sobre la belleza impresionante del mar, a la amabilidad de las gentes y al cálido ambiente humano de las islas, así como a sus particularidades culturales, como su atractivo mayor. Lo que es un justo reconocimiento a lo que es el patrimonio más singular de las islas, pues islas hermosas, arrecifes y mares de Siete Colores hay, aunque pocos, en otras partes, pero gente, cultura, gastronomía, trato providencianos, solo hay aquí.

Aunque por supuesto lo que más les gusta es la armónica combinación de naturaleza y cultura, que es también un patrimonio muy particular y escaso, en un mundo que corre desbocado hacia la transformación de la naturaleza y la homogenización de las culturas. El hecho cierto es que parece que también para ellos Providencia y Santa Catalina se asemejan a su imagen del paraíso.

Contrasta esto un poco con la manera como a veces los propios providencianos conciben sus islas. Alguna vez una de estas personas me dijo algo así como: “Oiga, profe. Usted que tanto es lo que habla del mar de Providencia. ¿Luego el mar no es parecido en todas partes?”. La pregunta no es absurda, como podría parecer, porque para quienes han conocido sólo o principalmente el mar del Archipiélago, como quizá aún pasa con muchas personas nacidas aquí, el mar es de azules. Pero para quienes han visto otros mares, la mayoría de un solo azul, cuando no grises o cafés, es una pregunta sorprendente. Así fue para mí, que me temo sometí a quien me hizo la pregunta a por lo menos una hora de abstrusas explicaciones de por qué no era así.

Se trae esta anécdota a colación para ilustrar algo que puede ser importante y es como la percepción que se tiene de sí mismo puede ser insuficiente o inadecuada, lo que puede llevar a decisiones erróneas. A ver si logro explicarme. Providencia y Santa Catalina podrían estar corriendo un riesgo similar al de muchas muchachas bonitas que no se reconocen como tales y se someten a cirugías plásticas que terminan deformándolas; los casos abundan. Algo parecido pasa con la inteligencia; hay gente que, siéndolo, no se cree inteligente y deja pasar oportunidades que no cree merecer.

Habituados a disfrutar nuestras islas, poco conscientes parecemos a veces de que los plácidos amaneceres o los espectaculares atardeceres, que son cosa cotidiana, resultan excepcionales para un visitante que llega de una ciudad ruidosa y contaminada. Lo mismo pasa con la brisa fresca casi continua, con la perfecta temperatura del mar o su transparencia, que sorprende a quienes solo conocen mares helados, turbios y contaminados. Lo que para ellos es excepcional, para nosotros es habitual.  Por eso hay proyectos para hacer cambios, en vez de enfatizar proyectos de protección y valorización del patrimonio natural y humano.

El padre Martin Taylor dijo una de las mejores frases sobre Providencia y Santa Catalina: “Las que son de 5 estrellas son las islas”, para referirse a que más que hoteles necesitábamos conciencia del valor de estas. Desde entonces, y con base en esta idea, se ha planteado que no es cambiando a las islas para que se parezcan a otras, por excelentes que sean, como podía hacerse de ellas un destino atractivo y una base económica amplia y suficiente para la vida de sus habitantes.

Que el mayor valor de Providencia y Sata Catalina era ser como eran. Que si se había de cambiar algo era de turistas, para atraer turistas amantes de la naturaleza y de la cultura, que aprecien a las islas como son, en vez de cambiarlas para que le gusten a un turista promedio, que de todas maneras preferirá ir a sitios más cercanos y acordes a sus deseos. Réplicas de Miami existen en todo el Caribe; Providencia y Santa Catalina solo quedan aquí.

Si de competitividad se trata, Providencia y Santa Catalina carecen hoy de competencia. Para aprovechar esta ventaja, hay que partir de reconocer y hacer valer el carácter de 5 estrellas de nuestras islas.