Seaflower

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GERMAN.MARQUEZ2Seaflower es un nombre perfecto. Evoca, por una parte, la enorme belleza del Archipiélago, que es una hermosa flor en medio del Caribe. Por otra, recuerda la historia de las islas, cuyos primeros colonizadores arribaron a bordo del barco de dicho nombre.

 

Contiene así, en una breve palabra, referencias al patrimonio natural, cultural e histórico que hacen del Archipiélago un área de importancia mundial para la conservación y el desarrollo sostenible, una Reserva de Biosfera.

La declaratoria de la Reserva por parte de UNESCO fue un triunfo de la comunidad isleña y en especial de los raizales, que apoyaron el reconocimiento internacional, el propósito implícito de buscar una orientación diferente al desarrollo insular y la valoración del patrimonio que, históricamente, esta misma comunidad ha contribuido a conservar, en lo natural, y a construir, en lo cultural y humano.

Han pasado años. La idea de la Reserva de Biosfera se diluyó un tanto por falta de apoyo de los sucesivos gobiernos tanto nacionales como locales. No obstante, como toda idea importante, Seaflower persiste y, últimamente, ha cobrado nuevos significados a la luz de diferentes circunstancias.

Una de ellas es la evidencia de que el actual modelo de desarrollo insular no es sostenible ambiental, social ni económicamente. Ni siquiera quienes se benefician con el turismo masivo creen que su crecimiento indefinido sea posible; como no es posible seguir incrementando la demanda sobre recursos limitados como las playas o el agua.

Tampoco es prudente acumular población en un espacio limitado y con niveles crecientes de vulnerabilidad ante riesgos como los huracanes o el cambio climático, y problemas de desigualdad, violencia e inseguridad. Es claro, desde esta perspectiva, que, en algún momento que quizá ya se sobrepasó, tendremos que detenernos. La cuestión es si lo haremos voluntariamente u obligados por una crisis social, económica y/o ambiental, como la reciente emergencia por agua.

Otra circunstancia deriva de que la demanda por experiencias turísticas en espacios naturales y culturales significativos es la tendencia dominante en el turismo mundial; algo que el Archipiélago no está aprovechando, a pesar de lo mucho que tiene para ofrecer apoyado en su carácter de Reserva de Biosfera y en su rico patrimonio al que se ha hecho referencia.

Providencia y Santa Catalina tienen en este campo todas las ventajas, pero también San Andrés conserva gran parte de lo que fue un enorme potencial, cuya plena recuperación es una meta deseable y posible.

Una circunstancia adicional es el papel asignando a Seaflower en el litigio con Nicaragua. La defensa colombiana parece que finalmente se ha dado cuenta de lo que significa el carácter de Reserva de Biosfera del Archipiélago y ha empezado a esgrimir su defensa como un argumento que, además, abre puertas a soluciones concertadas con Nicaragua, una nación tan cercana, en más de un sentido, al Archipiélago.

Pero para que Seaflower pueda contribuir a hacer sostenible el desarrollo, más atractiva nuestra oferta turística y más amables nuestras relaciones internacionales, tiene que ser más que un hermoso nombre; tiene que ser una idea puesta en práctica. Y la práctica consiste en poner a funcionar mecanismos para la sostenibilidad ambiental, social, cultural, económica y política del Archipiélago. 

Para la sostenibilidad ambiental se debe, por ejemplo, definir la capacidad de carga de las islas como una totalidad, no sólo desde el punto de vista turístico, y establecer límites para la población residente y flotante y para las actividades humanas.

La sostenibilidad económica debe partir de tarifas turísticas que incluyan, por supuesto, ganancias para los empresarios, pero que también incluyan el pago de los bienes y servicios que la naturaleza y la cultura le prestan al turismo, el de salarios justos y ajustados al costo de vida en las islas y los costos de reposición y mantenimiento de las infraestructuras y equipamientos de soporte, naturales y construidas.

Sin recursos adecuados será muy difícil alcanzar, a su vez, la sostenibilidad social y cultural que se debe basar en una mayor equidad y un acceso más amplio a los beneficios del desarrollo. Fundamental es también la identificación de riesgos; prever posibles situaciones catastróficas, resultado de amenazas y vulnerabilidades que pueden detonar súbitamente, incluyendo estallidos sociales ante inequidades crecientes.

El camino de la sostenibilidad es largo y difícil; exige acciones fuertes y decisivas, de largo aliento y plazo. El modelo de la RB Seaflower es la meta y es también, al mismo tiempo, el medio y la guía para alcanzarlo. Se han propuesto ideas al respecto: una Iniciativa Seaflower planteada en este mismo medio y una Alianza Seaflower que despertó muchas esperanzas; debemos persistir e insistir en ellas, volverlas un tema de debate público, convertirlas en realidad.

¿Seremos capaces de hacerlo o sólo queda esperar que el futuro nos atropelle?

Última actualización ( Sábado, 25 de Febrero de 2017 08:28 )