Lengua vulnerable

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Y es que con ello se permitirá que todos los niños adquieran las aptitudes, los conocimientos y los valores necesarios que les permitan realizarse y participar plenamente en la sociedad, lo cual implica, necesariamente “el pleno respeto hacia el uso de la lengua materna en la enseñanza y el aprendizaje y la promoción y preservación de la diversidad lingüística”.
Sin embargo, la situación es dramática si consideramos que “en los últimos 10 años han desaparecido más de 100 lenguas; otras 400 están en situación crítica, y 51 son habladas por una sola persona”. La ONU advierte, además, que en poco tiempo más de la mitad de las 7 mil lenguas que se hablan en el mundo habrán desaparecido.

Cada 14 días muere un idioma, según la Unesco, y por más tercos que nos mostremos hemos de aceptar que “Perder una lengua es perder toda la cultura, la tradición y la esencia de las comunidades”; pero no se pierden únicamente palabras, sino todo el universo cultural al que daban forma: historias, leyendas, ideas, canciones, cultura, valores transmitidos de generación en generación que se pierden junto a valiosos conocimientos prácticos sobre las plantas, los animales, los ecosistemas, el firmamento.

En lo que respecta a nosotros, Colombia cuenta con 65 lenguas indígenas, dos lenguas criollas: la de San Basilio de Palenque y la de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, y la lengua rom de las Kumpañy gitanas. De acuerdo con el ‘Atlas de Idiomas en Peligro’ de la Unesco, el ‘Criollo Sanandresano’ es una de las varias lenguas colombianas catalogadas como “vulnerable”, al igual que el Guajiro, el Emberá, el Motilón o el Guahibo.

Podemos dar fe de esfuerzos que se hicieron desde la Secretaría de Educación unos lustros atrás para estructurar en el sistema educativo una estrategia que fortaleciera el ‘Criollo Sanandresano’. Pero pudo más la intransigencia que la cordura y el buen sentido. Y todo terminó con más pena que gloria.

Hoy encontramos que en el PDD ‘Los que Soñamos Somos +’ se aborda el tema pero como un problema persistente “que se puede describir en la pérdida de las manifestaciones culturales tradicionales”, al mismo nivel del problema que representa la hípica o la gastronomía ya que es tratado como un elemento más en la búsqueda de la “transformación social sistémica del pueblo raizal”, cuyo objetivo principal busca “garantizar la pervivencia y empoderamiento del pueblo raizal del Archipiélago”.

Pero, lo anterior, con una carga de profundidad demoledora como lo es la de achacarle de manera exclusiva a la Escuela la “aculturización” en el eslabón más débil e indefenso, como son sus niños, desconectándolos de sus ancestros, su historia y su medio, desconociendo de manera olímpica la responsabilidad que le cabe al gobierno local y a la sociedad en general; en el documento citado se afirma sin el más mínimo miramiento que “El proceso de aculturación iniciado en las escuelas dirigidas por docentes inmigrantes que no solo no practican el Creole, lengua materna Raizal, sino que infunden en sus educandos el desprecio por su lengua materna”.

¿Qué propone el PDD para deshacer tal entuerto?

Un Programa (“Gobernabilidad y Gobernanza del Pueblo Raizal”) y dos subprogramas (“Autodeterminación y procesos organizativos del pueblo raizal” y “Creación de la oficina de atención población raizal”) a cargo de la Secretaría de Desarrollo Social, nada qué ver con el fortalecimiento de la lengua raizal, nada de involucrar a la Secretaría de Educación, nada de capacitación docente, nada de implementación didáctica y recursos, nada…

Nada de fortalecer ni resguardar ese “cofre (la lengua) donde generaciones y generaciones guardaron sus experiencias para que nosotros podamos disponer de ellas en cualquier momento”, del que hablara Manuel Alvar, profesor de la Universidad Complutense de Madrid. Siendo así, esta lengua ancestral del territorio insular seguirá en la UCI de la Unesco, ante la pasividad gubernamental y la malevolencia de la Escuela, según el PDD, aclaramos.

Estamos a tiempo de reparar errores que mañana, de no hacerlo hoy, serán irreparables. Ojalá las autoridades lo entendieran y así pasaran a la historia como catapultadores de una comunidad y no como los sepultureros de una cultura.