¿Realidad o ficción?

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JORGE.GARNICALas actuales circunstancias me obligan a comenzar con esta pregunta, porque me inquieta. No obstante, también, y si es cierto lo que dicen los expertos, carga compartida es carga más liviana: ¿cuál es la diferencia, si es que existen diferencias, aquí, en este lúdico y salino espacio nuestro? Es porque los que soñamos somos todos –no unos cuantos.

Empero, ante todo amigos, permítanme asimismo un necesario paréntesis: de todo corazón quiero desearles un grandísimo año nuevo; mejor que el que se está escapando; para usted y su familia; que sea uno pletórico de bienaventuranzas, tanto materiales como espirituales –sobre todo de estas últimas.

Regresemos a la realidad con cara de ficción porque pocas personas podrían creer, a plena conciencia, que esto que está ocurriendo, que lo que estamos viviendo en San Andrés, es una realidad objetiva.

Por ello, regresemos a la fustigante pregunta: hoy día necesitamos precisar la diferencia entre la realidad y la ficción de los latentes acaeceres de nuestra ínsula. Pero para darle más claror al pensamiento, también, en primer lugar, debemos intentar –al menos intentar–esgrimir la ética suprema de Sócrates, el amante de la sabiduría: conocernos mejor y en primera persona primero. ¿Lo que estoy proyectando ante mis semejantes es mi realidad o mi ficción? Mejor aún: ¿es realidad o ficción? Y el filósofo decía: “Una vida sin examen no tiene objeto vivirla.”

Porque a veces nos es fácil intentar describir nuestra realidad a sabiendas que lo que estamos haciendo es una descripción escapatoria: escapando de mi realidad. Porque es lo que mi instinto me impulsa a hacer; ¿porque al escaparme de mi realidad podré ser más feliz –otro error, claro está. Saltar de la mariguana a la cocaína. Porque mi esencia primaria, mi sistema,  necesariamente me impulsa a buscar lo que es bueno para sí; lo que podría ser cómodo para su sentimiento de bienestar.

Porque, por otro lado, si mi realidad es sofocante, mi decisión automática es intentar sustituirla por una más tolerable, más vivible, más aguantable: y así entro al mundo de la ficción. Alicia en el mundo de las maravillas.

Para otros, vivir en un paraíso que no existe, y que se aleja de la utopía a cada paso, a cada muerte, a cada escándalo, al blandir de un nuevo cuchillo en carne ajena.

Por otro lado, ¿cómo hago para que no me llegue a la memoria, como un rayo incandescente, el nombre del psicólogo y ganador de un Premio Nobel en economía (una combinación rara, por cierto) Daniel Kahneman, y Eric Fromm, el autor de uno de mis favoritos, ‘El miedo a la libertad’ El primero con sus dos sistemas, 1 y 2, una dualidad obligante de nuestra psiquis, el animal y el pensante, y uno como dominante: y el segundo, la decisión que comúnmente tomamos de huir de nosotros mismos, de nuestra libertad, de nuestra realidad. Porque estar en permanente huida es más sufrible. Así, interpreto yo, ¿terminamos sin saber cuál es nuestra realidad y cuál la ficción?

Pero quizás, aún una mejor interpretación sea esta: una inmarcesible pereza de detenerme siquiera un rato, unos momentitos para mirarme de frente en el espejo de lo que pretendo ser, y definir, así sea en líneas generales, dónde quiero terminar; y construir así mi autorretrato. Y hacer algo al respecto. Porque no puedo estar buscando trabajo y a la vez estar empiyamado, todavía, a las diez de la mañana. Porque de lo contrario terminaremos todos en un hueco sin fondo. Pero qué carajos, prima la pereza, prima la mediocridad, prima la necesidad de depender de algo, o de alguien, prima el deseo del eterno pedigüeño.

¿Optimismo disfrazado de pesimismo, realismo mágico, o ficción mágica? (y no me refiero al amigo Gabo). En nuestro caso es posible que exista una tercera, una cuarta dimensión; una especie de universos paralelos. Pero hay que querer sumergirse en él o ellos. De lo contrario nunca sabremos como hubiera podido ser. Una mente abierta siempre se pregunta: ¿Y cuál es la alternativa? ¿Existen otras alternativas? Pero por la inmaculada pereza no nos atrevemos a interrogarnos, a mirarnos de frente. Es más fácil tender la mano a los que más aprendieron a tomar lo ajeno.

La paz: ahora, las dos palabras favoritas del presidente Santos; también: paz en la tierra entre las mujeres y los hombres de buena voluntad. ¿Qué nos pasó? Tendremos que sacudir las experiencias de la memoria de años atrás, para recuperarlas. La paz y las memorias.

Durante las fiestas navideñas, en San Andrés, el pueblo que quiere ser ciudad, hubo riñas, muertos, cuchilladas, escándalos, picoteros exigiendo derechos (¡al diablo con los deberes! ¡al diablo con mis derechos y los derechos del 99% de los demás!) …y esperanzas fallidas, pero esperanzas de todos modos. Escritas en la blanca arena, pisoteadas por mí, por ti, pero sobre todo por los desadaptados sociales, que llegaron, que nacieron, aquí, en la tierra de mis abuelos y abuelas. Y la pusieron pata p’rriba.

De manera que esto ¿es ficción o realidad?  ¿Es mi universo alterno? Y de ser así como hago para recuperar la razón y la fe perdidas. ¿Se acuerda del ‘Paraíso perdido’ de Milton? Es posible desmitificarlo, ¿y replantearlo dentro de un esquema creíble, aquí, en nuestros 27 kilómetros cuadrados, sin demasiadas escatologías, metafísicas, y elucubraciones nocturnas? Sin tanta gente… que no debería estar aquí.

Mi amigo Camilo de CNN en español dice que “Hablando se entiende la gente” ¿Será cierto? Nosotros tenemos 50 años intentando hacer eso. ¿Será que de tanto hablar perdimos en el camino una de las esencias de la comunicación: su veracidad, y la decisión posterior, ¿la conciencia misma de la comunicación genuina? ¿O es que aún no hemos aprendido a comunicarnos, de veras? Los señores de las FARC… La ínsula sin Raizales: el sueño de algunos…

Finalmente, el verdadero paraíso es Providencia y Santa Catalina. Estuve allí, caminando desprevenidamente, cómodo, tranquilo, durante las fiestas navideñas. Amigos de las hermanas islas: no truequen lo que tienen hoy por lo que diría Inés Celis en su artículo, “Un mar de colores contaminado: en este pequeño antro y en esta shituación”  en que se ha convertido San Andrés ¿Realidad o ficción?

¿Y cuándo se hará algo, en serio, en cuanto a la insostenible e intolerable inmigración hacia la Ínsula—pasado y futuro?
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