Autócratas del falo prescindible

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EDNA.RUEDEANuestra sociedad, tiende a la desaparición. Ha caído en los riesgos de su propia trampa: la educación de las Mujeres. Se nos ha educado con aparente libertad; vivaces apuestas a nuestros cerebros han sido hechas y si muchas fueron perdidas, otras tantas son ganadas a diario. Y se pasó de la casa de la barbie, a la barbie pediatra, periodista, domadora de circo....

Con una disminución progresiva de la venta del Kent, que no ha hecho muchos progresos, más allá de su tradicional 'metro sexualidad', no hay mucho de nuevo que ver.

Con el aumento en la intelectualidad femenina, se han garantizado cada vez más, las cefaleas pre coito, las reuniones hasta tarde en la oficina, los amantes en viajes de negocios y sobre todo el convencimiento de que las mujeres somos autosuficientes, autócratas de una vida en la que el dueño del falo es prescindible.

Pero aparece la contradicción. El éxito femenino, no incluye solo el alcance intelectual, encierra de manera sine qua non un hombre, un vestido blanco, una lavadora y un crio… en ese orden y sin omisiones. No es una imposición de machos, muy por el contrario las formalidades más duras vienen de otras mujeres.

Hayan o no alcanzado sus objetivos, son damas las que condicionan el triunfo de las otras, en un confabulado dependiente de oxitocina y otras hormonas, las mujeres, desde la madre hasta la némesis, nos marcamos parámetros, nos juzgamos cruel y despiadadamente sin posibilidades a escapar a la psicodinamia clásica: nos sentimos castradas si no nos acompaña un pene.

Ser mujer a través de la historia siempre ha representado un reto, sobreponiéndose a la maternidad en cuevas, a la violencia de cromañones, a la soledad de las postguerras, en fin: ser mujer duele más que un cólico. Pero ser mujer en el siglo XXI de nuestra era incluye una dificultad plus: ser también hombre: asumir los gastos, la educación de los hijos, la fuerza en las tormentas, el cambio de una llanta, y todo esto bajo la angustia de la dieta, con un corpiño apretando aquello que nació para ser libre, sobre unos tacones de puntilla y bajo la vigilancia de otras mujeres que, de entrada creen que lo estás haciendo mal.

La misoginia es una religión donde las sacerdotisas somos todas mujeres, con los hombres como satélites educados por madres psicotizantes, que remplazan sus falencias con la perpetuidad de un Edipo viejo y cansón.

Y en todo este maremágnum flotan ignorantes a esta conspiración los machos de nuestra especie, creyendo que cada lágrima es sincera, que cada orgasmo es verdadero, desconocen los intríngulis que ocurren entre sus madres y sus mujeres.

Al final no hay más que una carrera por no morir solo, por encontrar el amor de telenovela, por ser mejor que ella, y que aquella, porque él se quede contigo y no con esa.

La barbie sigue siendo una afortunada: por un módico precio que no supera el que gastamos en acicalarnos semanalmente, se consigue un hombre, que aunque algo gay, la puede acompañar hasta que el plástico los separe, sonriendo siempre, sin traumas conocidos o ex novias.

Última actualización ( Sábado, 04 de Diciembre de 2010 11:25 )