Paranoia verosímil

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EDNA.RUEDEA2Por qué ganó Trump, es un asunto que dilucidan mejor los politólogos. Seguramente reunidos, como me los imagino, en una cena griega, todos en toga, destilando sabiduría mientras comen uvas de una bandeja dorada. Se han de pasar entre complejas teorías, las razones que llevan a un pueblo a caminar en la dirección que ha elegido.

Por mi parte, el miedo me recorre.  La paranoia, que conozco mejor que la política, el experimento volátil en los bellos de la piel.  Veo esta sórdida nueva ola de agentes de derecha, mutilantes y estrictos perseguir a aquellos que nos hemos asentado en la libertad.  La derecha en el mundo nos inunda, y parece ser que los Hippies estamos perdiendo la batalla. 

La paranoia no es inverosímil. Las brujas del mundo temblamos. Y cuando hablo de las brujas me refiero a ese ejercito de mujeres, educadas en las artes ocultas y no tan ocultas, esas herejes de la ciencia que abogan por los derechos y vuelan escobas en la NASA, esas madres solteras del mundo que osadas no se disculpan, que viven su sexualidad sin justificar su feminidad, esas que son al mismo tiempo opinantes y detractoras. 

También tiritan los homosexuales, que andan por ahí amando a sus amores, sin caer en los estereotipos de telenovela, esos que andan por ahí siendo profesionales, haciendo el bien y pagando impuestos: apóstatas.

Están en peligro los que no han nacido cristianos: musulmanes, judíos, hindúes, budistas. Todos los que juntos suman tres cuartas partes del mundo, se reúnen a orar en secreto, mientras las velas se apagan para evadir nuevas inquisiciones.  

Por ahí andan los hombres y mujeres de colores. Desde el dorado hasta el marrón, el aceituno, el negro, el azul. Cualquiera que se sienta menos que un albino, respira profundo y emprende la huida. Si su combinación genética tiene un rojo americano, un negro africano, un amarillo asiático, suspira pensando que su cuello no enrojece al sol y que eso los hace menos ciudadano del mundo.

Están los pacifistas, que se la juegan para restringir el uso de las armas, están ahí frente a una pila de plomo, viendo la pólvora siendo usada para abrir el pecho de los jóvenes y no para jugar en el cielo como fuegos artificiales.

Vivimos un nuevo medioevo. Los bailes a la fogata, el olor a bruja quemada, las cruzadas que se toman el camino que antes traía especies y ahora trae aceites negros que mueven maquinas, que hacen cosas, cosas que no necesitamos, para vivir como no queremos. Vivimos en el medioevo, cuando el país más poderoso del mundo niega el calentamiento global, la evolución, la racionalidad. Vivimos en el medioevo, y aún no han llegado los derechos, nos falta recorrer ese camino del renacimiento, la ilustración, la modernidad.

Mientras tanto cerremos los ojos, para que pasen mil años de derecha, escondámonos porque vienen por nosotros: los raritos.