Adán y Rodolfo

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Y los tambores sonaban de un lado y de otro… Y pasó la media noche, y ni se iban los maricas, ni se iban las señoras de la religión, y yo que no soy ni marica, ni señora de la religión, que ni siquiera soy argentina, miraba expectante desde mi balcón, en una casa del 1800, que da al Congreso de la República, como ante mis ojos se hacía historia.

Y las señoras gritaban, que no era normal, que no era natura, que Dios los “odiaba”. – siempre me ha inquietado saber, como alguien sabe lo que Dios está pensando, leer la mente de Dios es el culmen del delirio Místico-. Que era el principio del fin, que el matrimonio era exclusivo y excluyente del hombre y la mujer.

Que no podían adoptar, porque los niños se harían maricones también, lo que no era una buena explicación, pues todos los manifestantes contrarios, eran hijos de machos bien machos.

Y gritaban los homosexuales, que el amor se daba de frente y de espaldas, que era su derecho elegir ser amargado a diario con la rutina del matrimonio. Que querían pagar las cuentas, tener suegras, tratarse con indiferencia en diez años, serse infiel, compartir una hipoteca, en fin esas cosas que hacen la vida feliz…

Y mi mente que tiene un daltonismo anacrónico para ver el mundo, lo que entendió fue cuanto se amaban aquellos que esa noche se enfrentaban: Los putos, conscientes de esa tradición cruel y dolorosa, plagada de golpes militares y de hijos desaparecidos, se habían propuesto sacar del closet a tanto soldado, que con su homosexualidad reprimida manchaba de tortura y sangre la historia de un pueblo maravilloso.

Las damas de la liga, cansadas de matrimonios abusivos e indignos, no concebían que ahora sus hijitos maricas cayeran también en la ignominia, buscaban de manera inconsciente liberarlos de sus destinos tristes. Yo se que en el fondo ellas querían prohibir cualquier forma de matrimonio.

La palabra gay, que significa alegre, no alcanzó para nominar esta parranda de maricas saltarines que provocaron un tsunami de amor y lágrimas, cuando, a las cuatro de la mañana, el Congreso de la República Argentina aprobó el estatuto que les hacia legal el concubinato.

Entonces me pude ir a dormir, debo decir que algo decepcionada, no por el fallo, sino porque ante mis ojos se estaba esfumando buena parte de la posibilidad de conseguir marido en esta ciudad… Eran tan bonitos los maricas, y sobre todo eran tantos…

Cuando todo terminó, se fueron a casa señoras y señoritos, se montaron en los mismos colectivos, muchos eran vecinos, seguramente muchos eran madres & hijos.

 

Última actualización ( Sábado, 25 de Septiembre de 2010 12:15 )