“Soy ciego, por favor regáleme una limosna”

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SANABRIA.OBISPOCelebramos en este Domingo la fiesta del Bautismo del Señor. Juan bautiza a Jesús y el Padre Celestial hace que el cielo se rompa y descienda el Espíritu Santo sobre su enviado. Este especial acontecimiento constituye propiamente el inicio de la obra evangelizadora del Señor.

Cuando el libro de los hechos de los apóstoles dice que la cosa comenzó en Galilea está diciendo que el gran sueño de luchar por un mundo donde reine el derecho y la justicia “tuvo principio en Galilea, después del bautismo predicado por Juan: cómo Dios ungió con el poder del Espíritu Santo a Jesús de Nazaret, y cómo éste pasó haciendo el bien, sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él” (He 10, 37 s).

Cuentan que un jovencito ciego acostumbraba pedir limosnas a la entrada de un centro comercial. Todos los días se le podía ver ahí, con un pequeño sombrero que le servía para recibir las monedas, y un cartel que decía: «Soy ciego. Por favor, regálame una limosna». Así pasaban los días, hasta que ocurrió un hecho interesante.

Resulta que un hombre se le acercó y, después de echarle unas monedas, agarró el letrero y escribió unas palabras en la parte de atrás. Luego lo colocó de modo que la gente leyera el nuevo mensaje. Al poco rato el sombrero comenzó a llenarse de monedas con rapidez inusual.

Al final de la tarde el hombre que había escrito el nuevo mensaje regresó para ver qué tal iban las cosas. Entonces el joven ciego aprovechó para preguntarle:

—¿Qué hizo usted para que la gente me diera más dinero?
—Solamente cambié el letrero que usas para pedir ayuda.
—¿Y qué escribió?
—Escribí: «Este es un hermoso día, pero yo no puedo verlo».

Ambos letreros pedían ayuda, pero el segundo tenía una pequeña y a la vez gran diferencia. Les recordaba a todos que tenían la bendición de poder ver y que debían sentirse agradecidos por ello.

“Soy ciego, por favor regáleme una limosna”. Nosotros sin el Espíritu de Jesucristo somos ciegos y conformistas, nos programamos para vivir a oscuras, sin anhelar la luz, y pidiendo limosna. Tiene que ocurrir un hecho importante. Se tiene que romper el cielo y descender el Espíritu Santo. Lo cual ocurrió en el Bautismo del Señor.

Tenemos que cambiar de letrero, ahora debe decir: “este es un nuevo mundo y yo puedo verlo”. Hemos de pasar de limosneros a fervientes evangelizadores. Jesús fue enviado por el Padre con un plan, “te llamé, te tomé de la mano, te he formado y te he constituido alianza de un pueblo, luz de las naciones, para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión y de la mazmorra a los que habitan en tinieblas” (Is 42, 6s).

El Espíritu Santo nos permite ver a Jesús y su proyecto de salvación, como dice el profeta Isaías: “Miren a mi siervo, a quien sostengo, a mi elegido, en quien tengo mis complacencias. En él he puesto mi espíritu para que haga brillar la justicia sobre las naciones” (Is 42 7).

El Espíritu Santo nos une a la misión de Jesús, quien fue enviado como “luz de las naciones, para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión y de la mazmorra a los que habitan en tinieblas” (Is 42, 1- 2).

La cosa empezó en Galilea y continúa ahora con nosotros, que por el Bautismos también hemos recibido al Espíritu Santo. La cosa comienza en cada familia cuando deja de pedir limosnas de amor, conocen a Jesús y se llenen del amor que salva; la cosa comienza con los jóvenes que no pueden ser limosneros de sueños e ideales prestados, deben llenarse del Espíritu de Jesús y lanzarse a construir un mundo distinto. La cosa comienza en las comunidades cristianas a las que no basta darles limosnas de Dios, sino que, por medio de los evangelizadores llenos del Espíritu, deben darles todo el evangelio.

La cosa comienza en nuestra sociedad que no puede ser limosnera de subsidios y dádivas, los líderes sociales deben llenarse del espíritu del servicio para poder cambiar el mundo. Todos tenemos que entender lo que dice Juan de Jesús: “viene a bautizarnos con Espíritu Santo y con fuego” (Lc 3, 16). Este es un nuevo mundo, y yo puedo verlo.

Última actualización ( Domingo, 09 de Enero de 2022 08:50 )