Cuarenta y cinco años de música, amistad y bohemia

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LEGENDARIOS1Bruce Hooker es un Humphrey Bogart del Caribe. Parece un actor de cine pero es músico. Uno de los mejores. Lo veo esperando en lo que fue la Casa de la Cultura de San Andrés. Está vestido de manera impecable: camisa beige, pantalón café con marcadas líneas de una plancha, zapatos lustrados y sombrero ladeado.

Es el  director de  la orquesta ‘Los Legendarios’, la misma que cumplió cuarenta y cinco años este 12 de octubre.  A ellos no les preocupa que la Casa de la Cultura sea solo el recuerdo. Ni que el deterioro intente borrar su historia. Todas las tardes van a sus ruinas a esperar a quienes saben silbar y a los que quieren bailar. 

Son serios, genuinos y tienen claro que sin la música no somos nada.  Esta fue una parte de la conversación con Bruce Hooker.

“Te voy a hablar de una historia que tiene más de 60 años. A nosotros nos gustaba el jazz, el blues. Ferguson, Ella FitzGerald y Parker,  La música de los negros. También la música nacida en las Iglesias.  Mi abuelo era organista y mi papá reclutaba a los muchachos que querían ser músicos. Ahí donde ahora está el parque Manawar quedaba la escuela Antonio Nariño. Él les decía silbe y quienes servían para la música solían silbar bien. Después vino la banda.

Nos gustaba tanto la música que tocábamos hasta en las honras fúnebres, en marchas y retretas, solo nos interesaba la música. Recuerdo un vals mexicano que se llamaba ‘La golondrina’.

Cuando terminé (el bachillerato) en el Bolivariano, vi la banda de la marina inaugurar el himno de San Andrés. Era 20 de julio. Le dije a mi papá yo voy a ser músico. Era difícil. Costaba mucho. El doctor Archibold y Rino Pyne me dieron una beca. Así conocí a Roso Contreras que dirigía la Banda Nacional y tenía conexión con Amira Meléndez la directora del conservatorio del Tolima. Me gradué ahí. Estudie armonía, folclor, instrumento, música. Me vine a San Andrés y  entré a Banda Departamental.

Me dedique a estudiar la hermosura del saxofón y el clarinete por una crítica que me hizo un profesor alemán. Durante un tiempo solo me dediqué a eso. Tenían que echarme del conservatorio hasta que salía el sonido perfecto. Cuando me volvió a escuchar, dijo: –Ya está listo. 

Había que estar a la altura. Yo era el menor. Con la música uno conoce mucha gente porque la música no tiene fronteras. Uno sin música no es nada. Escuchaba los clásicos. Mozart. Beethoven. Oía los pasillos del maestro Morales. Esa música le entra a uno.  Decía –tengo que llegar a tocar. Cuando me llamó el hermano Timoteo en los setenta, me dijo: –dirija la banda del colegio.  Lo hice, pero pensé: –aquí hay grupos típicos pero no había orquesta. Y nació la idea de una orquesta.

Enseñé a varios muchachos. Formé la primera orquesta con ocho músicos. Somos los mismos. Unos han muerto. Otros han retirado de la música. Ahora está Linton, Tomas, Ibsen, Jaime… Murió Douglas, Erwin O’Neill que era el cantante titular y Alfonso Hayes. Ensayábamos en la Juan XXIII todos los días de lunes a viernes donde Miss Rosalía.

El 12 de octubre de 1972 tocamos en una fiesta por primera vez, era en La Loma. La gente nos quedaba mirando y no bailaban. Tocábamos salsa porque eso era lo que sabía el cantante. También tocábamos uno que otro porrito. Cantábamos Carmen de Bolívar y un guaguancó de Johnny Pacheco. Éramos una novedad. Ya me había enamorado. Me casé una sola vez a los 22 años, hace 47.

Nos llamábamos ‘Bruce y sus Isleños’. Después cambió el nombre porque había continentales, no solo isleños. Cuando salieron los Rebels (The Rebels H.B.) para vacilarlos nos cambiamos de nombre y nos pusimos Los Nobles. Fuimos exclusivos del Club Náutico en la administración de Juancho Gonzales y Abdón Ospina. Seguimos tocando. Y hace cinco años nos cambiamos el nombre por Los Legendarios.

La mujer de la que me enamoré fue la primera persona que vi cuando llegué a Ibagué. Ella iba en la calle con una prima. Imagínese dos mujeres bonitas. Le pregunté –Dígame donde queda Telecom.  Yo iba a mandar un ‘marconi’ para que supieran que había llegado bien.  Después  cuando llegué al conservatorio ahí estaban las mismas muchachas. Ella estudiaba flauta. Increíble…

¿Cuál de ustedes es el más enamorado?

–Ese que ve ahí. Y señala a Lynton Bent, uno que enamora con los boleros. ‘Solamente una vez’. Bent sonríe y dice: Bruce es mi llave.

Nosotros hemos influido en la música. De esta orquesta han salido muchos jóvenes que se han dedicado a la música. Los hijos de Ibsen, Johanatan, los hijos de Whitaker, todos están regados por distintas ciudades, Medellín, Cali, Bogotá, otros en el extranjero.

La música se ha dañado. Hay nuevos músicos que cantan en creole pero ¿qué están cantando? Solo reguetón y rap. Mire por ejemplo lo difícil que es conseguir un pianista. El que toca con nosotros  se fue a Bucaramanga a hacer unas vueltas y no se imagina. Ahora no les gusta estudiar y para practicar es otro dilema. Quieren llegar y tocar enseguida. La música necesita tiempo…

La Casa de la Cultura está destruida. El gobierno prometió arreglarla. El delegados del Ministerio vienen cada ratico. Todos los meses viene una señora con un arquitecto. Hablan más de un muelle que de la Casa de la Cultura. Nosotros venimos todos los días así esté destruida…

Ellos anhelan celebrar 45 años de estar tocando sin interrumpir. Sería un recuento de lo que han sido sus vidas. Quieren invitar a los músicos, a la gente que les colaboró cuando iban al Festival de Bandas de Paipa, a la gente que los ayudó. Algo elegante.

Bent dice que su sueño es dejar la Banda Departamental funcionando. El de Bruce es dejar algo perdurable. Hacer una buena grabación. –Que dure para siempre. Que cuando me muera, mi hijo siga tocando.

 

Última actualización ( Martes, 17 de Octubre de 2017 08:31 )