Hace poco tuve el placer de tropezar con la historia de María Dolores Grueso, a quien han bautizado como la maestra ‘corrida’ del Cauca. La han llamado así porque al parecer se inventó algo muy original para educar a los niños del corregimiento del Galindez, en el Valle del Patía (Cauca) al sur de Colombia.
María Dolores Grueso, Lola, es todo un personaje. Uno de esos que parecen salidos de alguna historia de fantasías. Habla entre versos y medio cantadito, con una gracia que enamora y con una ‘locura’ que contagia.
Su historia cuenta que comenzó a hacer música con sus alumnos entre sus lápices y pupitres, luego se le ocurrió que aprender matemáticas es tan importante como saber que una rama de gualanday mejora la circulación y que tan buena es la ortografía como manejar la técnica con la que se fabrican las esteras, esas ‘sábanas’ gruesas hechas en hojas de palma, en las que siglos atrás dormían los ancestros africanos de su comunidad. Y que todos estos saberes están más allá de un salón de clases y creyó en las ‘Bio-Aulas’, un espacio en el que sus alumnos pueden encontrarse a la orilla del río San Jorge para aprender de las vivencias de los otros. Y así nace lo que han bautizado como la ‘Pedagogía de la Corridez’.
Una forma de educar que parece difícil de imaginar si no te la cuentan antes y que uno creería imposible de ejecutar si uno no leyera a María Dolores.
Otro personaje nacional, en otro momento y lugar, respondió algo parecido, William Ospina. En una entrevista se le pregunta sobre la educación y este responde que “la educación debe ser redefinida, la universidad tendría que desplazarse a los barrios, a los bosques, a las orillas de los ríos. Una educación alejada del mundo nos lleva a pensar que una cosa es vivir y otra es aprender”.
Supongo que ambos tienen algo en común, quizá son irremediablemente locos o tremendamente sensatos.
En otras ocasiones he dicho que me cuesta leer algo y no extrapolarlo a mi realidad, en este caso no ha sido distinto. De repente se me ocurre que la locura de María Dolores se presenta como una alternativa para salvar a tantos jóvenes a los que nos negamos a entender porque seguimos apostándole a Mega Colegios o Tablets como solución a un problema cuyo fondo es más complejo pero no por eso complicado.
Los retos son obvios, supongo que por eso no los vemos, por un lado tenemos estudiantes, cuya lengua materna es el Creolle, que deben sentirse como perdidos en medio de un sistema de educación en español y tan alejado de su realidad. Se enfrentaban a un reto mayor que el resto de estudiantes, no porque sus capacidades sean menores comparadas con la de otros, sino porque todo su mundo, sus significados y referencias de la realidad están en Creolle primeramente y, en este sentido, es posible que el proceso de aprendizaje entre en conflicto.
Por otro lado, los estudiantes, en su totalidad, viven en una isla pero no saben lo que eso significa, con cultura y dinámicas distintas pero ignoradas por completo; porque la educación no ha sido capaz de aterrizarlos a nuestra realidad, se niega a abrirle espacio a la cultura (más allá de una clase de bailes típicos), se niega a enseñar en creole, se niega a trascender los estándares nacionales como si tuviéramos miedo de mostrar a los niños y jóvenes quienes somos en realidad.
¿Qué puede pasar si nos atrevemos a enseñar de forma distinta, si como María Dolores llevamos a las aulas los saberes de nuestros pescadores, de nuestros ancianos, de nuestros artistas, de nuestros historiadores, de nuestros cuentos? o mejor aún ¿Qué pasaría si llevamos a nuestros niños a la loma, a la laguna, a la playa, al mar, al relleno sanitario, a los manantiales de San Andrés (si, hay unos cuantos en la isla), a los manglares, a los botes de los pescadores?. Quizá sea más fácil enseñarle a un niño, con breadfruit y no con manzanas, que uno más uno son dos. O de pronto, la física no es tan abstracta si cuando calculan la velocidad de un objeto, este es el bote pesquero de su abuelo, la distancia es entre San Andrés y Roncador y el tiempo que tarda en llegar de una isla a la otra se lo preguntan a sus papas. Y tal vez, la lectura no es tan aburrida sí reconocen elementos de su entorno en lo que cuenta 'Anacy' o 'SailAhoy'. Y cuando se les enseñe sobre vertebrados acuáticos sean los pescadores quienes les muestren las branquias de un torbit y que un reptil no se trata de Godzilla, sino que también se lo encuentra en el monte en forma de iguana o bluelizard.
Es muy fácil soñar y seguir haciendo comparaciones tontas sobre cómo reinventar la educación para las islas, e incluso parecer locos como María Dolores; sería mejor aterrizar y enfrascarnos en que no es posible sin el permiso o los millones de 'papa Gobierno Nacional'; pero no dejo de pensar que los alumnos de Lola, posiblemente, serán mejores personas que los que salen de nuestras aulas.
Nota: Ojalá el próximo gobernador de las islas esté medianamente loco como Lola.