La Universidad Nacional de Colombia, a través del grupo de científicos e investigadores de la Facultad de medicina veterinaria y de zootecnia, evalúa la existencia del virus del ‘Oeste del Nilo’ -que ha cobrado la vida de muchas personas alrededor del mundo- en el archipiélago.
Este estudio representa la primera aproximación de vigilancia del virus y a pesar que no se detectó la presencia en la isla, existe el riesgo potencial de su aparición, difusión y permanencia.
Ojo con los mosquitos
El virus del ‘Oeste del Nilo’ es el agente causal de una enfermedad zoonótica transmitida por mosquitos, en la cual las aves son el principal vehículo de difusión. Por medio de una evaluación se puede determinar su detección temprana.
Los hombres, los equinos y otros vertebrados son los hospederos terminales de este virus. Teniendo en cuenta que a Colombia llegan aves migratorias provenientes de Centro y Norteamérica, en donde se ha reportado la enfermedad, dos investigadores evaluaron la presencia de este virus en la isla de San Andrés.
La infección en el ser humano suele ser el resultado de las picaduras de mosquitos después de que han picado a las aves, en cuya sangre circula el virus durante algunos días. El virus pasa a las glándulas salivales del mosquito, que al picar puede transmitirlo a los seres humanos y a otros animales, en los que luego se multiplica y posteriormente causa la enfermedad.
Hay que tener en cuenta que el virus fue aislado por primera vez en Uganda en 1937 y está ampliamente distribuido en África, Eurasia, Oceanía y, desde 1999, en América.
Los síntomas
La infección por el virus del Nilo Occidental es asintomática en aproximadamente un 80 por ciento de las personas infectadas, en las demás puede causar la llamada fiebre del Nilo, que se caracteriza por dolores de cabeza y en el cuerpo produce cansancio, náuseas, vómitos, a veces, erupción cutánea (del tronco) y agrandamiento de ganglios linfáticos.
Los síntomas de afección grave son dolores de cabeza, fiebre elevada, rigidez de nuca, estupor, desorientación, coma, temblores, convulsiones, debilidad muscular y parálisis. Se calcula que aproximadamente una de cada 150 personas infectadas llegan a padecer una afección más grave.
En cuanto a las aves infectadas se caracterizan por debilidad, plumas erizadas, posturas inusuales, inhabilidad para sostener la cabeza verticalmente, incapacidad para desplazarse y muerte en 24 horas en algunos grupos.
“Las aves migratorias que resisten la infección y son capaces de mantener niveles altos del virus en la sangre, junto con la presencia de especies de mosquitos susceptibles, hacen posible la dispersión del virus”, comentó Víctor Vera, uno de los investigadores que hacen parte de la Facultad de Medicina Veterinaria y de Zootecnia de la U.N.
La presencia de una o más especies de aves, especialmente hospederas, así como las condiciones tropicales propias de la isla son ideales para la amplificación y persistencia del virus.