Los abundantes aguaceros del fin de semana no lograron empañar el brillante desempeño de las agrupaciones locales e internacionales que participaron en la novena versión del Green Moon Festival (GMF). No obstante, la pertinaz lluvia dejó clara la necesidad de retornar a la primera parte del año para desarrollar sin sobresaltos todas las actividades del certamen.
Así lo dejaron entrever sus organizadores, que debieron afrontar –especialmente el sábado y el domingo– numerosos ‘baches’ en la programación originados en las condiciones climáticas que, si bien no condujeron a la clausura anticipada del evento, sí provocaron reiteradas interrupciones que deslucieron en buena parte su brillante programación.
“Tradicionalmente el GMF se hacía en el primer cuarto del año, pero por diferentes circunstancias las últimas dos versiones se programaron en octubre; sin embargo, estas fechas deberán ser regresadas en el calendario si a futuro queremos prevenir las inclemencias del tiempo que en el último tramo de año son casi inevitables”, dijo Kent Francis James, presidente la fundación GMF.
De todas maneras, el público que asistió al estadio Wellingworth May, tuvo la oportunidad de disfrutar del cumplimiento de una oferta musical variada con lo mejor de la música Caribe, consistente en cuatro agrupaciones locales y dos internacionales por cada noche. Y también, para los que se animaron, de una tarde de domingo familiar en el sector de Gennie Bay.
Fiebre de sábado por la noche
Tras la espectacular noche del viernes, en la que el soca de Barbados de Edwin Yearwood & Krosfyah y el cadencioso compas haitiano de Coupe Cloue Jr, compartieron escenario con el calypso de Caribbean Style; con los reyes del creole Hetty & Zambo; y con los carismáticos intérpretes del roots reggae local: Royal Rudes y la banda del legendario Job Saas; el sábado, igualmente, se presentó un atractivo menú de artistas.
Uno a uno fueron pasando los cada día más convincentes y amenos, Red Crab: el impecable sonido de Juancho Style y la banda ‘revelación’ del año: Groove 82’ con un poderoso repertorio que levantó al público gracias a la sólida interpretación y vistosa coreografía que denotó la disciplina que sus integrantes le han impregnado a cada detalle de su performance.
A esta altura, las primeras lluvias comenzaron a provocar desajustes en el sonido e incómodas interrupciones. Jairo Bello, responsable del sound system contratado para el espectáculo, explicó que las condiciones climáticas de excesiva humedad provocaban inestabilidad en la corriente y la consecuente “desconfiguración” de algunas partes que hacían crisis en el sistema integrado.
El grupo que pagó las mayores consecuencias fue el sanadresano Creole, cuando –en plena ‘calentada de motores’ de la banda– la llovizna pasó a lluvia torrencial, provocando el corte del show. Entonces, los músicos bajaron de la tarima con instrumentos al hombro, el público corrió a guarescerse y la interrupción duró unos 45 minutos.
Sinfonía en tiempo de zouk
A continuación subieron a escena los haitianos de Carimi que tras adelantar los ajustes técnicos del caso, desarrollaron un fantástico espectáculo basado en ricas armonías vocales soportadas por el virtuosismo en la ejecución de los teclados, el bajo, la percusión y una sobresaliente guitarra que no paró un solo instante de ‘dibujar’ fantásticos acordes.
Tras una hora y media aproximada de sobresaliente espectáculo, donde el incansable vocalista principal se las arregló para involucrar a todos en una especie de ‘sesión’ de aeróbicos –en que la coreografía de los músicos era replicada incansablemente por el público–, la agrupación haitiana terminó su ovacionada exhibición.
Así llegó la parte final de la programación. El esperado Bennie Man de Jamaica –un poco agotado de esperar por las interrupciones– subió al escenario a mostrar porque lleva tantos años entre los mejores de la escena del dance hall, y luego de una colorida antesala de su banda, lo demostró con creces.
El cantante jamaiquino acompañado del público, fue entonando uno a uno todos sus éxitos y temas ‘pegados’ por años en San Andrés, devolviendo el cariño de los isleños que lo esperaron pacientemente durante toda la noche. Y aquí cabe destacar a la gente que sigue demostrando en cada GMF un comportamiento ejemplar.
Cuando el estadio quedó vacío y todos se fueron a sus casas a descansar, un puñado de ‘héroes’ anónimos se quedó recogiendo cables, andamios, equipos de sonido, sillas, carpas, latas, botellas vacías, y, desde luego, críticas, que nunca faltan.
“Eso es normal –reflexionó entonces Alain Manjarres, la otra cabeza visible de la organización–, la gente tiene el legítimo derecho a expresar sus opiniones. Al fin y al cabo nadie le tira piedras a un árbol que no da frutos”. Y así se fue, de madrugada, y pensando en el décimo GMF que está por venir.