Por un deber elemental de buena educación, la canciller María Ángela Holguín debió haber involucrado desde el principio al pueblo de las islas en la defensa de su territorio en La Haya. No debió esperar hasta ahora para ello, pues ya es demasiado tarde.
No se explica uno como se puede desconocer el concurso de la población nativa de una región, sus razones históricas, económicas, políticas, y sentimentales, en un proceso que los toca tan directamente, ni como se pudo menospreciar el derecho de gentes que existe en la jurisprudencia internacional. Es en verdad lamentable que la ministra haya sido tan poco diplomática con los habitantes de las islas en este caso, al igual que el doctor Julio Londoño, y demás negociadores.
Era imposible no darse cuenta del derecho natural que le asiste a los raizales de participar en este capítulo de su historia. Por eso, no haber llamado aunque fuese a uno de ellos, ya sea de manera formal o informal, a constituirse en parte de la estrategia que se diseñó para contrarrestar los reclamos de Nicaragua, fue poco más que una torpeza. Quien mejor que los hijos de esta tierra para nutrir con sus aportes particulares la defensa de una soberanía que ejercen de cuerpo presente, con alma, vida, y corazón.
En realidad, el manejo que la cancillería le ha dado a este asunto es desastroso. Escasa conciencia de lo importante que es contar con el pueblo en una batalla como esta, tuvieron en el alto gobierno. Apelar al secretismo fue una equivocación. Y no considerar de igual validez lo jurídico y lo humano, fue una completa falta de sentido común.
Colombia, con estos relámpagos de soberbia, da motivos innecesarios para acrecentar la molestia razonable de algunos sectores de la comunidad raizal, contra el ejercicio de una soberanía basada en esquemas ajenos y la interpretación de una realidad sin la visión autóctona.
Por lo tanto, creo que la reunión que sostendrá la canciller la semana entrante en San Andrés con los voceros de la comunidad, ya no servirá de nada.
COLETILLA: “Sólo dañamos a los demás cuando somos incapaces de imaginarlos”