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El Caribe nos mira, pero ¿nos ve?

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FOTO Jayson Taylor columna

Colombia y el Caribe comparten más que un mar: hay historia, cultura y una geografía que nos obliga a entendernos. Sin embargo, nuestra relación con la región ha sido intermitente, marcada más por gestos diplomáticos que por una estrategia real de integración.

En los últimos años, se ha intentado corregir ese rumbo con el nombramiento de diplomáticos raizales, buscando acercarnos a nuestros vecinos y fortalecer nuestra presencia en la región. Pero más allá del simbolismo, la pregunta sigue en el aire: ¿estamos realmente posicionándonos en el Caribe o seguimos siendo un país que miran de lejos, sin mayor relevancia?

A lo largo de la historia, Colombia ha designado a varios raizales en el servicio diplomático en el Caribe. Entre otros, Kent Francis James fue embajador en Belice durante el gobierno de Cesar Gaviria Trujillo y luego en Jamaica bajo la administración de Álvaro Uribe Vélez. Recientemente, Emiliana Bernard Stephenson fue nombrada embajadora en Jamaica, William Bush Howard en Trinidad y Tobago, y Elizabeth Taylor Jay en Barbados, todos durante el gobierno de Gustavo Petro.

Aunque estos nombramientos pueden interpretarse como un intento de reconocer la importancia del pueblo raizal en la política exterior, lo cierto es que sin una estrategia clara que trascienda lo simbólico, su impacto será limitado.

Pero además hay un vacío evidente: Nicaragua. En este momento, cuando las tensiones con Managua son más altas que nunca y el Pueblo Raizal es el mayor vínculo histórico entre ambos países, Colombia ha optado por no nombrar un embajador raizal allí. Este hecho no solo debilita nuestra posición en la región, sino que también nos resta legitimidad como país que dice reconocer la importancia de su comunidad raizal.

Antes de que existieran estas fronteras, los raizales ya navegaban libremente por el Caribe, con una identidad compartida que trascendía las líneas impuestas por los Estados. Ignorar esta realidad y no darle protagonismo en el manejo de la relación con Nicaragua es, en el mejor de los casos, una torpeza diplomática.

Esta omisión es aún más grave si se tiene en cuenta que Nicaragua ha utilizado al Pueblo Raizal en su discurso ante organismos internacionales, presentándose como su defensor en el litigio con Colombia. ¿Cómo respondemos nosotros? En lugar de fortalecer la voz raizal en el diálogo bilateral, optamos por seguir tratando la relación con Nicaragua como un problema jurídico más, desconectado de la realidad cultural e histórica del Caribe.

Mientras tanto, la región sigue moviéndose con su propia lógica. China invierte, Estados Unidos mantiene su influencia política y comercial, Venezuela fortalece sus redes de cooperación, y Colombia, con todo el potencial de ser un actor clave, sigue apostando a un modelo de relaciones que no termina de consolidarse.

Lo más preocupante es que, mientras se pierde protagonismo en el Caribe, tampoco se avanza en el desarrollo sostenible del Archipiélago. En 2022, San Andrés y Providencia registraron un aumento del 11,7% en su PIB, principalmente debido a la reconstrucción de Providencia tras el huracán Iota. Pero este crecimiento no responde a una estrategia sostenible, sino a un evento extraordinario.

La economía sigue dependiendo casi en su totalidad del turismo, sin diversificación real. Y mientras tanto, las conexiones con el Caribe siguen siendo débiles: seguimos más conectados con Miami que con Kingston o La Habana, lo que limita las oportunidades de comercio, educación e intercambio cultural.

Si Colombia quiere dejar de ser un actor secundario en el Caribe, la estrategia debe ir más allá de la representación diplomática. Necesitamos acuerdos comerciales que permitan a los empresarios colombianos entrar al mercado caribeño, incentivos para el intercambio educativo y, sobre todo, mejorar la conectividad aérea y marítima con la región. De nada sirve hablar de integración si no tenemos rutas eficientes que nos conecten con nuestros vecinos.

El Caribe es una región en movimiento, y los espacios que Colombia no ocupa, otros lo harán. Si seguimos sin una visión clara, sin fortalecer nuestra presencia con acciones concretas y sin reconocer el papel del pueblo raizal en la construcción de relaciones regionales, seguiremos siendo el vecino al que el Caribe mira, pero no ve.

Una cita que encaja bien con el tema de nuestra relación con el Caribe y la falta de acción concreta es de Winston Churchill: “La actitud es una pequeña cosa que marca una gran diferencia.”

Colombia ha tenido la actitud de reconocer la importancia del Caribe, pero sin la acción y estrategia necesarias, esa actitud no significa nada.

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Este artículo obedece a la opinión del columnista. EL ISLEÑO no responde por los puntos de vista que allí se expresan.

 

Última actualización ( Domingo, 16 de Marzo de 2025 03:50 )  

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