Cuando se empieza a leer a Karl Popper, te empieza a dar una rabia… El señor se presenta como el refutador de Aristóteles, y Aristóteles es para cualquier científico el origen de la razón, no porque sí existe la ‘lógica aristotélica’, no porque si se usaron sus modelos astronómicos, políticos y filosóficos por 1800 años.
Y no porque sí se dice “que el sol sale por el este”, cuando sabemos bien que el sol no sale, la tierra rota y si lo decimos es porque creemos en Aristóteles y entonces… aparece Popper.
Karl Popper era un vienés intelectual del siglo XX que entre las guerras mundiales, cuando era un toque complicado ser filósofo y epistemólogo -que siempre es complicado- decidió cuestionar refutar a Aristóteles ¿Por qué meterse a embrollar más el asunto refutando a Aristóteles? Porque Aristóteles era humano. Porque su conocimiento venia de los sentidos, porque se podía equivocar como usted, como yo, como Popper.
Resumir la teoría de Popper en un artículo de menos de 600 palabras es tan utópico como toda la ciencia. Conformémonos con decir que Popper es el primer científico que planteó la fórmula de la humildad… imagínese lo espinoso. Popper dice, que una hipótesis siempre es susceptible de ser refutada, es más, que es la obligación de todos el buscar argumentos para poner en duda el mundo…
Dudar de la física que ha cambiado tanto desde Grecia hasta la fusión de los átomo; dudar de la medicina, que dijo que éramos humores embazados, que dijo que la malaria era un mal-aire; dudar de los sistemas de gobierno que nos han hecho creer -y defender- argumentos que en retrospectiva vemos como absurdos….
Y ahí está Karl Popper, pidiéndome que dude de él, que no asuma su verdad como la ultima, como un Dogma, que me pide que lo rebata, que lo argumente, que lo saque de la comodidad del mármol eterno y le pregunte… Que me pide que sea un ser humano, que no me conforme.
Me asegura que no existen los “siempres”, ni los “nuncas”, me cuenta que encontrar algo distinto una sola vez, anula el siempre, anula el nunca.
Aristóteles buscaba una la ley que abarcara a lo universal, buscaba el concepto que generalizara, quería hacernos a todos iguales… Pero no somos iguales, no han de ser sino iguales las oportunidades que se nos brinden.
No somos iguales, ni hombres a mujeres, ni azules y verdes, ni los que oran de pie ni los que rezan sentados… no tenemos que serlo… son maravillosas nuestras diferencias, como los colores en una paleta, entre más mejor, y pintaremos cielos con toques rosas entre los azules, si el rosa quiere ir en el cielo irá, pero seguirá siendo rosa, no se hace azul por estar en cielo, es rosado y seguirá siendo rosado…. Y si hay amarillo en las hojas de los árboles que haya… quieres pintar un pez de violeta, y otro negro, ¡píntalo!... Nuestra sociedad como un paisaje que se pinta de colores, admite que todos los colores convivan más allá de los limites que podría darle un siempre o un jamás.
Querido Karl, me equivoque contigo, hoy no puedo refutar tu hipótesis, pero espero que un ser humano más sabio realice los ajustes que la ciencia requiere para seguir siendo ciencia.