Por fin los semáforos llegan a regular el tránsito vehicular de San Andrés. Como un nuevo elemento del paisaje tropical, ya se les ven apostados en algunas esquinas con los parpados levantados, fijos, y en posición de dar la alerta.
Ojalá puedan conjurar el caos que tradicionalmente ha reinado en las intersecciones viales de la isla y consigan poner término a las altas velocidades con las que circulan algunos conductores, en especial los motociclistas.
Desde hace mucho tiempo debieron haberse instalado. La condición turística de San Andrés, el desenfreno con que manejan por las calles los jóvenes, más que otros, y la necesidad de ofrecerle al visitante la mejor señalización vial, lo ameritaba. Pero tuvieron que morir muchas personas antes para que ello ocurriera.
Tal vez no sea demasiado tarde. La secreta sombra de la muerte está siempre dispuesta a cubrir con su manto a peatones y automovilistas en cada esquina. Por tanto, no podemos decir otra cosa que la semaforización de San Andrés es bienvenida.
Eso sí, las autoridades de tránsito local tienen ahora el deber y la obligación, al mismo tiempo, de impartir una educación clara y precisa a la gente sobre el respeto que merecen estos semáforos. Dejar claro que la vida humana depende de ellos, pues un cruce con la luz roja encendida puede dar paso a la eternidad.
Ha de empezar a crearse una nueva cultura ciudadana. La cual debe iniciarse en las escuelas y colegios. Para todos, el uso debido de las luces verde, amarilla, y roja, tiene que ser un acto sagrado. La atención que cada uno le prestemos a estas contará para continuar el camino y llegar sano y salvo a su destino.
Nadie más que la vida reclamaba desde hace rato estos semáforos. Enhorabuena.
Por Nadín Marmolejo Sevilla
COLETILLA: “Algunas personas causan felicidad a donde llegan, otras cuando se van”
Oscar Wilde.