Los temas de investigación de los galardonados del Nobel de Economía de este año son extremadamente relevantes para entender lo que ha estado pasando en nuestras islas en los últimos años. De particular interés es el aporte que hacen al entendimiento de la relación entre instituciones gubernamentales y el progreso. En las islas parece haber un permanente conflicto entre los dos.
Los estudios se centran en la economía del desarrollo, el comportamiento del poder político frente al bienestar ciudadano y cómo la fortaleza de las instituciones incide en el progreso. Nos dan un marco argumentativo y analítico para entender por qué nuestras instituciones y gobernantes han fracasado en atender adecuadamente las necesidades de los isleños y por qué muchas veces actúan más a favor de intereses privados que comunitarios.
Nuestras instituciones son esenciales para la prosperidad, pero su funcionamiento depende y es dominado por los focos de poder que las utilizan para sobrevivir a través de mecanismos extractivos. Esto hace que a veces giren más hacia acciones que dictan las élites gubernamentales y políticas que ostentan el poder que hacia sus obligaciones con el resto de la sociedad.
Así dejan de ser agentes de desarrollo para convertirse en obstáculos al mismo través de la corrupción, el clientelismo, el gamonalismo, entre otros. El progreso, en últimas, depende de la voluntad política y no de la obligación legal o social de las instituciones. A pesar de cierto cambio generacional en nuestras élites políticas, las prácticas irregulares en nuestras instituciones poco han cambiado.
Ello explica el modesto nivel de desarrollo social y la presencia de muchas necesidades insatisfechas como escasez de agua, hacinamiento urbano, sobrepoblación, inseguridad y un hospital en permanente crisis, todo lo cual se agrava con altos niveles de pobreza y una inseguridad que no da tregua.
Son lesiones causadas por deficiencias históricas y estructurales en la gestión gubernamental que marcan su inhabilidad para usar la ambición y el talento de las instituciones para avanzar la agenda de progreso. Son consecuencias de las ‘facetas extractivas de las instituciones políticas’, en palabras de James Robinson, uno de los ganadores del Nobel y experto en Colombia.
Robinson y los otros dos ganadores concluyen que las motivaciones políticas frenan el avance de las instituciones y su función de desarrollo social. Con Daron Acemoglu, otro de los ganadores, en su libro ‘Por qué fracasan los países’ (‘Why Nations Fail’) sostiene que las instituciones políticas y económicas inclusivas conducen a la prosperidad, mientras que las instituciones extractivas conducen a la pobreza y al fracaso. Porque las inclusivas promueven la igualdad de oportunidades mientras que las extractivas concentran el poder y los recursos en pocas manos perpetuando así la inequidad.
El centralismo no siempre es culpable
Un argumento importantísimo para las islas que se deriva del análisis de los Nobel es que muchas veces los cimientos del progreso no son tanto una cuestión de recursos sino de capacidad institucional para llevar a cabo labores requeridas para el grueso de la población.
Ello explica por qué a pesar de tener una inversión pública por ciudadano de las más altas del país, no incide considerablemente en el desarrollo local o en la satisfacción de necesidades básicas.
Esto le resta peso a factores que para muchos afectan el desarrollo local, como el centralismo, porque las islas además de unos ingresos fiscales altísimos en comparación con otros departamentos, gozan de un nivel de autonomía considerable. Esto sugiere que a mayor autonomía parece haber menor desarrollo y una tendencia al aumento de los problemas.
La deficiencia institucional también explica por qué no se ha mejorado la situación del Pueblo Raizal, a pesar del nuevo marco legal que nos llegó con la Constitución de 1991 y una plétora de decisiones fundamentales de la Corte Constitucional, como resultado del nuevo enfoque en la relación de los ciudadanos isleños con las instituciones que ha abierto canales para reclamar derechos ciudadanos y promover avances sociales.
En este sentido se ha logrado mucho, pero poco se implementa o se aprovecha. Nunca habíamos tenido un momento más favorable para la reivindicación étnica, pero al mismo tiempo esa reivindicación nunca había estado en un momento más crítico por varios factores, como el aumento constante de la población migrante.
Pero no solo las élites políticas y gubernamentales son culpables de las deficiencias institucionales y la profundización de los problemas por falta de atención institucional. Los Nobel sugieren que la sociedad civil no es solo víctima de las deficiencias institucionales sino que también tiene cierta responsabilidad en esas deficiencias en nuestra arquitectura institucional. Y no solo por su falta de presión para que ellas ejecuten bien.
Robinson observa que en Colombia la corrupción hace parte de un contexto social y político y no existe por sí sola sino con el respaldo de la misma gente a quienes más afecta. De hecho, las islas y Colombia en general poseen sociedades que en muy buena parte no consideran inadecuadas las prácticas clientelistas y corruptas, a lo cual las instituciones extractivas responden fácilmente.
Para muchos esas prácticas son una forma de acceso a oportunidades gubernamentales por intermediación de esferas políticas que las usan como mecanismos de captación de votos y por ende de supervivencia política. Se genera así un círculo vicioso que atrapa al ciudadano que muchas veces no ve una salida razonable.
El problema es cómo romper ese círculo vicioso y no quedar atrapado ad eternum en un ciclo de poco progreso. En manos de la sociedad civil reside la fórmula para pasar de una política y unas instituciones que actúan como mecanismos de dominación sin progreso hacia unas de instrumento de inclusión y progreso.
‘Por qué fracasan los países’ debería ser lectura obligatoria para funcionarios públicos y políticos isleños. Es catalogado ya como el libro de economía más impactante después de ‘La Riqueza de las Naciones’ de Adam Smith y ‘El Capital’ de Karl Marx.