La transmisión de conocimientos y experiencias a través de la memoria oral ha demostrado ser un medio más efectivo y duradero para la preservación de la memoria cultural que los medios escritos. Esta afirmación se fundamenta en la capacidad única de la tradición oral para mantenerse viva y relevante a lo largo del tiempo, adaptándose y evolucionando con cada narración, enraizándose profundamente en la identidad colectiva y en las experiencias personales.
En primer lugar, la tradición oral se destaca por su flexibilidad y adaptabilidad. Las historias contadas de generación en generación no solo se preservan, sino que también se enriquecen y adaptan a nuevos contextos y audiencias.
Esta dinámica permite que el conocimiento se mantenga relevante y accesible, a diferencia de los textos escritos, que pueden quedar obsoletos y difíciles de interpretar con el paso del tiempo. La antropóloga Elizabeth Tonkin señala que “la tradición oral se adapta y sobrevive mejor que la escrita debido a su naturaleza dinámica y flexible” (Tonkin, 1992).
Además, la tradición oral está íntimamente ligada a la identidad y la vida cotidiana de las comunidades. Las historias, conocimientos y prácticas transmitidos oralmente están profundamente entrelazados con las experiencias personales y colectivas, creando un vínculo emocional fuerte y directo.
Este aspecto emocional y social de la memoria oral refuerza su transmisión y conservación. El etnógrafo Jack Goody argumenta que “la tradición oral no solo transmite información, sino también emociones y valores, lo que le otorga una capacidad de resistencia y perennidad que muchos escritos no pueden igualar” (Goody, 1987).
Por otro lado, aunque los textos escritos pueden conservarse durante siglos, incluso milenios, como lo demuestran los casos de Egipto y Babilonia, su accesibilidad y relevancia a lo largo del tiempo pueden ser limitadas.
La lectura de textos antiguos a menudo requiere conocimientos especializados y esfuerzos significativos de interpretación y contextualización. En contraste, las tradiciones orales se transmiten de manera más accesible y comprensible, asegurando su continuidad a través de las generaciones.
Asimismo, la memoria oral no solo sobrevive, sino que perdura precisamente porque está impregnada de vida y experiencia. Los conocimientos prácticos, como el uso de plantas medicinales o la preparación de recetas tradicionales, son vividos y experimentados, lo que refuerza su transmisión y conservación. Esta dimensión práctica y vivencial de la memoria oral es crucial para su resiliencia y perpetuidad.
En la academia, a pesar de que históricamente se ha tendido a valorar más el conocimiento formal y escrito sobre los saberes tradicionales y orales, cada vez se reconoce más ampliamente el valor de estos últimos. La UNESCO, por ejemplo, ha destacado la importancia de la tradición oral en la preservación del patrimonio cultural inmaterial, subrayando que “la transmisión oral es fundamental para la supervivencia de la cultura y la identidad de las comunidades” (UNESCO, 2003).
Incito a los habitantes del Archipiélago a visitar el Centro de Memorias Orales del Banco de la República en San Andres, un espacio dedicado a preservar y difundir las historias de vida y relatos que conforman el valioso patrimonio inmaterial de nuestro Archipiélago. Desde su creación en 2016, hemos recopilado y registrado testimonios y experiencias que reflejan la riqueza y diversidad cultural de nuestra comunidad.
En el Centro de Memorias Orales, tendrán la oportunidad de conocer de primera mano los relatos de nuestros mayores, así como acceder al archivo fotográfico que documenta la evolución de nuestra sociedad. El proyecto, "El poder de la memoria, la fuerza de nuestras voces", busca que todos nosotros, los habitantes del Archipiélago, registremos nuestro pasado desde nuestras propias experiencias, fortaleciendo así nuestra identidad y sentido de pertenencia.
Los esperamos con los brazos abiertos para compartir y descubrir juntos nuestras historias, enriquecer nuestro conocimiento colectivo y continuar construyendo un futuro basado en el respeto y la valorización de nuestras tradiciones y saberes.
*Mgs. (c) en Antropología. Profesional Junior del Centro Cultural del Banco de la República en San Andrés
**Referencias:**
- Goody, J. (1987). *The Interface Between the Written and the Oral*. Cambridge University Press.
- Tonkin, E. (1992). *Narrating Our Pasts: The Social Construction of Oral History*. Cambridge University Press.
- UNESCO. (2003). *Convention for the Safeguarding of the Intangible Cultural Heritage*.