¿Qué enfermedades mentales aquejan a quienes viven en una isla? ¿Cómo se sobrevive al huracán IOTA? ¿Qué prácticas de cuidado prevalecen? ¿Qué se sostiene en comunidad? Hoy la palabra que flota es desesperanza. Una visión de no futuro. Un sentir de no cuidado. Se ha sobrevivido al puerto libre, a huracanes, se sobrevive al intento de exterminio del Pueblo Étnico Raizal.
Vivir en medio del Caribe no deja a ninguno de sus habitantes exento de sufrir de depresión, ansiedad, ataques de pánico, trastorno afectivo bipolar, esquizofrenia o de intentar suicidarse. En realidad, vivir en ningún lugar nos deja exentos. Que en el territorio la palabra que flote sea desesperanza no es una cuestión menor. Al el contrario, permite entender por qué un grupo de estudiantes de 10° de una institución educativa clama porque haya paz en su salón de clases. Nos cuestiona sobre el porqué un colegio pasa de quince cursos a doce, de un año para otro.
Estremece escuchar que jóvenes no desean volver al territorio por falta de oportunidades.
Todo era comunitario fueron las últimas palabras que escuché de una mujer que ha vivido cuarenta años en una misma casa en el sector del Bay. Afanada sostenía que las cosas fueron distintas en las islas y que sus habitantes enloquecían por otras cosas.
La pesca, la agricultura, la música, la Feria del Libro (FILSAI), el Green Moon Festival, son algunas de las prácticas que sostienen lo comunitario y que posibilitan un alivio para los malestares que aquejan la mente, el alma, y el cuerpo. Es hablar de vivir en el Caribe, pero en una isla sobre poblada, con problemas estructurales, con políticas firmemente encaminadas a romper los lazos.
Este 10 de octubre se celebró el Día Mundial de la Salud Mental. ¿Cómo aferrarse a la vida? ¿Cómo transitar los rituales de paso si los adultos abatidos sobreviven?
Si en un territorio la palabra que sale de la boca de sus habitantes es desesperanza quiere decir que hay fatiga y exposición sistemática a eventos violentos y/o traumáticos. Nos dice que los adolecente y jóvenes están quedando a la deriva. Nos habla de las problemáticas con el consumo de alcohol, de la orfandad, de la violencia intrafamiliar, el maltrato infantil, la violencia sexual, la exclusión entre otros.
Una vida sin salud mental es estar de sobrevivencia en sobrevivencia. Es vivir en el mar caribe en un espejismo de paraíso, aferrados cada uno a su pasado para sobrellevar el malestar colectivo.
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Este artículo obedece a la opinión del columnista. EL ISLEÑO no responde por los puntos de vista que allí se expresan.