Las concurridas marchas que han realizado los estudiantes del país en contra de la reforma a la educación que propone el gobierno nacional definitivamente han oxigenado a la frágil democracia colombiana, luego de ocho años en los que la protesta y el pensamiento contrario al del establecimiento era sinónimo de terrorismo.
Y, siendo justos, el presidente Santos también ha contribuido a ello al resolver retirar dicha reforma para discutirla con los estudiantes, como debió hacerse antes de mandarla al Congreso de la República. Hace mucho tiempo no se veía esto. Nos estábamos acostumbrando al sometimiento silencioso a las desequilibradas leyes que al Ejecutivo y al Legislativo les daba la gana aprobar. E íbamos rumbo a la narcolepsia política.
Por fin los estudiantes pueden salir a las calles a ejercer el derecho a la protesta sin que una andanada de gases lacrimógenos y un batallón de la policía antimotines los azote como si fueran ovejas descarriadas. Ya era hora que la tolerancia con el reclamo justo de la gente se hiciera notar de esta manera, pues no es con bolillo y con armas de electrochoque (como torpemente lo propuso el ex vicepresidente Francisco Santos) que se atiende a quienes piensan diferente.
El gobierno nacional tiene que dar ejemplo de apertura. Y los estudiantes deben entender bien el momento histórico que viven. No se gana nada con ir a una mesa de diálogo o negociación sólo a hablar por hablar, es necesaria la disposición personal y la voluntad política de quienes se sienten a ella para alcanzar un acuerdo que procure el mejoramiento de la calidad de la educación en Colombia.
Si se concreta tal cosa, representaría un hito en la historia del país y sería un modelo para las democracias del mundo. Vamos a ver qué pasa. Un buen resultado en el caso de la reforma a la educación colombiana daría pie para creer que estamos pasando la frontera del radicalismo y nos volcamos hacia la senda donde se dan la sana discusión de las ideas y los acuerdos justicieros.
Por Nadim Marmolejo Sevilla
COLETILLA: “Los políticos y los pañales se han de cambiar a menudo…y por los mismos motivos”
George Bernard Shaw.