Conversando hace unos días con unos compañeros los invité a las islas para las próximas vacaciones. Me contestaron que les salía más barato pagar un todo-incluido en Cartagena o, por incluso el mismo precio, irse a Cancún o Punta Cana unos días. Respetuosamente rechazaron mi oferta.
Sus respuestas me decepcionaron. No por el rechazo, sino porque los argumentos, tristemente, no pueden ser más ciertos y ajustados a nuestra realidad.
En una isla donde el plato de comida de todos sus habitantes depende del turismo, hemos perdido el factor de competitividad. Santa Marta y Cartagena ahora son la nueva San Andrés. Y no es de reproche, los visitantes prefieren opciones económicas contra las cuales, en razón de nuestras condiciones de insularidad, se nos hace muy difícil competir. Las billeteras no tienen sentimientos y, al final, siempre escogen su mejor interés.
Si bien la eliminación del subsidio a la gasolina fue uno de los factores claves en la actual crisis que padece el archipiélago, reflexionando, diría que más bien fue la catálisis de una muerte anunciada. La calidad del servicio al turista ha decaído estrepitosamente a lo largo de los años, nuestra infraestructura cada día es más precaria y, además de playas, no tenemos mucho que ofrecer.
El declive del turismo no sólo es una crisis de índole económica, sino además un reflejo de cómo la corrupción, la sobrepoblación y la colonización de los raizales le han pasado factura al mar de los siete colores. Resulta ser evidente: los turistas, en su poca experticia sobre los temas locales, notan ese deterioro y muchos deciden no volver.
Debemos adoptar medidas tendientes a aumentar no sólo la competitividad del archipiélago, sino además para regenerar las islas y repensar nuestro rol en el mercado nacional. El departamento pasa por uno de los peores momentos en su historia a causa de una crisis económica, social y moral que ha invadido nuestros hogares. Rescatar los mares, optimizar nuestra infraestructura y resaltar la riqueza de la cultura nativa pueden ser un buen primer paso.
Asimismo, ninguna solución debe pasar por alto la necesidad de una cooperación permanente entre el gobierno tanto central como departamental. Si bien es cierto que la eliminación del subsidio a la gasolina afecta a todo el país, es necesaria la implementación de un enfoque diferencial a las islas con base a sus condiciones de insularidad.
La igualdad no es pedir a los delfines que caminen y a los osos que naden, sino garantizar la equidad de todos en el marco de nuestras diferencias. Somos un territorio aislado en medio del Caribe, con características únicas y que, en consecuencia, requerimos un trato preferencial ante fenómenos que no padecen el resto de la nación. Sólo así, es posible aumentar nuestra competencia y mejorar la oferta local al turismo.
Escribo siempre mis columnas, que parecen más cartas informales, como una reflexión de lo que veo y siento como isleño y, a manera de conclusión, redacto moralejas en medio de nuestras tragedias. San Andrés no es la San Andrés que recuerdo de niño con nostalgia y, con seguridad, puedo decir que más de uno pensará lo mismo. En un lugar tan pequeño a veces es difícil que la desdicha de uno no sea, al tiempo, la desdicha de todos. Es necesario cambiar el horizonte y recuperar este paraíso que Dios nos encomendó.
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Este artículo obedece a la opinión del columnista. EL ISLEÑO no responde por los puntos de vista que allí se expresan.