Además de ser parte de la narrativa de la novela 'Valeria de Botas' y de la aclamada serie emitida vía_streaming, se ha vuelto familiar y recurrente el uso de este término. Me perdonarán el-spoiler pero dicho libro convertido en serie da cuenta de las aventuras, las situaciones y dificultades que, una autora enfrenta durante la escritura de su 'ópera prima'.
Con altas dosis de humor, erotismo y sexo, la historia se centra en la amistad de cuetro amigas, incluyendo a Valeria, su protagonista. Esta escritora, best seller en potencia, inicia la escritura de un libro que llevaba soñando por un año en su mente, pero que no podía plasmar en el papel. Como es natural en todo proceso creativo Valeria se enfrentó al síndrome de la página en blanco, asaltada por una variedad de preguntas: y ahora, ¿de qué hablo?, ¿sobre quien o quienes escribiré?; ¿realmente soy buena escribiendo?
Como lo revela la novela, un día, en una conversación casual sostenida con el amigo de una amiga, Valeria comienza a indagar sobre ¿cómo es eso de 'sentirse impostora' ? Sin pensar que el tema de inspiración de su novela estaba frente a sus ojos. Tal vez para ella era más fácil imaginar y escribir sobre la vida de otros, en vez de la suya. No pensaba que, en la vivencia de su cotidianidad y las historias tejidas alrededor de su crisis matrimonial y económica, encontraría la fuente de inspiración para su novela.
Reconocerse con capacidades y aptitudes ha sido parte de la lucha diaria de mujeres (me incluyo) a quienes la mayoría de las veces se les interpela respecto a sus competencias y disponibilidad para desempeñar cualquier labor o profesión.
No importa el lugar en la sociedad o el ámbito de trabajo, es imposible negar que el escrutinio sobre las capacidades y actitudes de las mujeres resulta ser un ejercicio bastante entretenido. Especialmente, por las emociones que despierta (la supuesta incompetencia) en el sexo opuesto y porque, se presume que la alta tendencia a lo emocional por encima de lo racional nos nubla, nos distrae de lo verdaderamente importante: la solución de problemas y la toma de decisiones.
Según Cadoche y Montarlot (2017), autoras de la obra 'El Síndrome de la Impostora', “las mujeres son estadísticamente más propensas a la ansiedad que los hombres. También, se preocupan más de lo que pueden pensar los demás de ellas”, por lo que se hacen más propensas a sufrir la parálisis, el autosabotaje, la inseguridad y la impostura
En un lugar como Colombia, aunque las mujeres pudiéramos haber alcanzado el logro más importante de nuestras vidas: dirigir una empresa, ser doctoras, vicepresidentas o ministras de un país, escritoras, creativas y artistas y, los dilemas y los interrogantes serán los mismos: ¿será que si soy inteligente?,¿seré capaz?; ¿lo estoy haciendo bien? ¿lograré el objetivo?; ¿los defraudaré?; preguntas a las que incluso, Michelle Obama, Oprah Wimphrey, Simone Valley, contestaron negativamente y alcanzaron a sentirse incapaces.
Pero, no todas son malas noticias. Para la primera situación, es posible que mediante un trabajo constante de autoconocimiento, sacrificio y buena voluntad la persona gane confianza y se afirme en la creencia de que podrá lograrlo, superando toda suerte de obstáculos y miedos.
En cambio, para el/la que sufre la 'impostura' lo más seguro es que trabajará arduamente, casi obsesivamente hasta alcanzar el objetivo y al mismo tiempo lo infravalorará, atribuyéndole dicho esfuerzo al azar, a lo accidental. Es como si dudara del éxito obtenido, con la mala nueva de que podría terminar con una fatiga crónica o burn out. De ahí la importancia de reconocer cuál es el estado que atraviesa.
Ambas taras, aunque delicadas, representan un alto costo en lo individual y en lo organizacional, porque no solamente colocan en una situación de desventaja a quien lo sufre sino porque comprometen el éxito o el fracaso de una empresa u organización.
Aparte de lidiar con las preguntas y los juicios de valor erigidos en el exterior; las mujeres también batallamos con aquellas incómodas sensaciones que producen la inseguridad en nosotras mismas; algunas son consecuencia de la falta de confianza, fomentada y adquirida, en algunos casos. Un hecho traumático, puede generar en usted un efecto paralizante, invalidando cualquier acción o deseo de superar algún obstáculo o situación por resolver.
Por ejemplo, un maestro me dijo alguna vez que yo no sabía escribir. Derrumbar esta creencia me ha llevado años de esfuerzo, alguno que otro ataque de ansiedad y varios litros de lágrimas.
Todos hemos sido testigos de varias salidas en falso de la ministra de Minas y Energía, Irene Vélez, de sus comentarios infortunados. Sin embargo, pueda ser que se encuentre en un lapso de falta de confianza en sí misma y de una mala gestión de su estrategia comunicativa.
Esperemos que este impasse solo sea un mal momento y que logre llevar hacia adelante los desafíos que se plantea el gobierno en cuanto a la transición energética. Vélez pese al matoneo y la antipatía generada entre varios medios de comunicación, ha mostrado en poco tiempo, resultados importantes de su gestión: el acuerdo sobre la reducción de las tarifas de energía con la CREG y el levantamiento del paro que impedía la operación de la hidroeléctrica del Guavio.
Aún está a tiempo para inclinar la balanza a su favor.
Pd1. Por supuesto, en varias ocasiones me he sentido impostora. Y uno de los métodos que encuentro para luchar contra ello, es escribir esta columna.
Pd2. Para mayor información, les recomiendo revisar la página web: www.impostorsyndrome.com