Quiero recordar a Alexander Henry como un hombre respetuoso, amable y siempre elegante y no como el defensor de causas delincuenciales que bien explicadas simplemente fueron producto de su profesión como abogado.
Encontrarse con él en una calle de San Andrés, era un deleite para cualquier conversador. Su voz pausada que parecía no salir de su cuerpo casi de gigante, llegaba a tus oídos audibles pero casi con matices juveniles.
La expresión “mi señor, me tienes abandonado” no tenia destinatario especifico era para todos sus amigos, luego le daba vueltas a la conversación y entre saludo y cosas triviales terminaba poniéndote el tema que a él siempre le interesaba.
La política en las Islas, en Colombia y el mundo lo desvelaban, por eso lo mismo pasaba de hablarte del Presidente Obama, a entablarte una discusión democrática sobre la administración pública en el Departamento Archipiélago.
Siempre se cuido de no ofender a sus factibles contradictores políticos y esa fue una virtud que lo convirtió en un contertulio apreciado por todos.
Este conocimiento sobre su comportamiento no puede ser empañado ahora por quienes desde las profundidades de su ignorancia, pretendan tratar de confrontarlo con quienes tuvieron algunos de ellos, el privilegio de conversar con él, en la paz, la cordialidad y la tranquilidad que el solo tono de su voz inspiraba.
Impecablemente vestido con elegancia Caribe y deportiva recorría las calles de San Andrés y Providencia repartiendo saludos por doquier a sus paisanos para los cuales nunca fue indiferente.
Y es que Sanda como era llamado por sus amigos, era un hombre que despertaba simpatía a primera vista y que tenia la enorme facultad de hacerte sentir bien.
Seguramente tuvo contradictores políticos democráticos y universales. ¿Quién que haya practicado esta filosofía no los tuvo?
Su paso por la administración pública siempre fue protagónico; su paso como predicador fue enormemente llamativo y fervoroso. Su amor por el derecho fue constante y el cariño por su gente permanente.
Vamos a quedarnos con lo que conocimos del amigo: los demás asuntos son de él… y ya no son terrenales.