La Reserva de Biosfera Seaflower forma parte de los lugares que la UNESCO distingue dentro del Programa MAB (Hombre y Biosfera) en los que se busca encontrar el equilibrio entre el hombre y su entorno, es decir, un laboratorio.
Son espacios representativos de un ecosistema valioso, pero no son espacios naturales protegidos, aunque parte de su territorio sí albergue zonas que ostenten figuras de protección. Son territorios que se consideran adecuados para la conservación, la investigación científica y la aplicación de modelos de desarrollo sostenible en los que la población local es la protagonista.
Lo anterior, a diferencia de reserva marina que viene siendo un área del mar a la que se aplica una legislación especial y restrictiva, para disminuir el esfuerzo de pesca en áreas determinadas con un valor potencial pesquero y ecológico, de manera que sirvan como zonas protegidas de la reproducción y cría para que pueda darse las recuperaciones de los recursos.
Parecido no es lo mismo
Un área marina protegida es una región donde la actividad humana ha sido sujeta a restricciones para conservar el medio ambiente natural, sus aguas circundantes y los ecosistemas del lugar. Por su parte, una reserva marina se crea cuando un Estado no quiere restringir, sino eliminar por completo las actividades humanas en una zona, generalmente por su altísimo valor ecológico.
Las reservas marinas son conocidas como zonas de ‘no tomar’ (no-take, en inglés), que implica no extraer absolutamente nada de ellas y donde incluso se prohíbe la pesca artesanal a pequeña escala.
En el Caribe se cuenta con más de 8,8 millones de km2 en áreas protegidas terrestres y marinas, Latinoamérica y el Caribe (LAC) son la región más protegida del mundo, en cobertura terrestre (sin considerar la reciente región polar). Esta cifra equivale a un 21,4% del área total protegida (el 24% de las zonas terrestres y el 19% de las zonas marinas y costeras), una cobertura mayor que la superficie total de Brasil o a la suma de los territorios continentales de Argentina, México, Perú, Colombia, Bolivia y Paraguay.
No obstante, los grandes logros alcanzados, es necesario un nuevo acuerdo para conseguir la conservación y la gestión efectiva de las áreas protegidas y conservadas en los años venideros, se hace necesario redoblar esfuerzos para aumentar la cobertura de territorio protegido en un mínimo del 30%, para el 2030.
¿Cómo afecta la pesca industrial al planeta?
Es de relevancia que la pesca industrial utiliza alta tecnología y barcos de gran capacidad para conseguir un gran número de capturas marinas, esto con el fin de obtener ganancias económicas millonarias y ser rentable para las corporaciones que invierten en ella. Según National Geographic y la revista Science, en el 2018, más del 55% de la superficie oceánica está cubierta por la pesca industrial, lo cual constituye una amenaza para la sostenibilidad del recurso pesquero.
A este punto, sin una regulación que les frene, la industria pesquera –hoy en sobrepesca y prácticas pesqueras destructivas– está acabando con los océanos. De acuerdo con información recopilada por Greenpeace en 2015 se estimaba que 33% de las poblaciones de peces ya estaba siendo sobreexplotada hasta niveles insostenibles y un 60% había alcanzado su límite de explotación. Entre las especies amenazadas están el 33% de los arrecifes de coral y más de un tercio de todos los mamíferos marinos.
Para colmo, infinidad de animales como peces, mariscos y animales como mamíferos, tortugas y aves marinas son pescadas de forma accidental y mueren debido a los artes o equipos usados en la pesca cuyo objetivo es capturar otras especies. Este daño colateral se denomina pesca incidental o by catch y mediante su práctica inconsciente se afecta una enorme cantidad de vida marina, hasta un 40% de la pesca global, según algunas estimaciones.
Piensa globalmente, actúa localmente
A todas éstas, a pesar que su denominación la reserva es clara en precisar aquello de que se busca encontrar el equilibrio entre el hombre y su entorno y, a pesar de que han pasado dos décadas de haber sido designada, la R.B. Seaflower aún se encuentra en un estado subyacente para instituciones del orden nacional e incluso local y regional.
Considerando que el archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina limita al sur con Panamá y Costa Rica, al oeste con Nicaragua y Honduras y al norte con Jamaica. En la porción oceánica se cuenta con islas cayos como Roncador, Quitasueño, Serrana, Serranilla, Alicia y Bajo Nuevo, montes sumergidos y varias depresiones de suma importancia por razones de conectividad y repoblamiento de las especies.
Se cuenta con especies como tortugas marinas, tiburones, caracol pala, langosta espinosa, king crab y erizos, peces como cardenales, squirrelfish, chernas, groupers, snappers, grunts, chubs, angelfish, parrotfish, doctorfish, old wife, jacks, barracudas y sierras, sin dejar atrás pólipos coralinos y esponjas.
Sin restarle importancia al aspecto humano en lo cultural, económico o social, vale la pena mencionar la importancia que representa la unidad de criterios entre los países que, de una u otra manera, están vinculados a la Seaflower como una unidad biológica. La finalidad de cada individuo de la naturaleza es la de preservar la especie.
De allí es que toma mayor validez considerar con urgente sensatez la declaración de la Autoridad Raizal de San Andrés y Providencia cuando expresa que: “Como parte de los pueblos creoles del Caribe hemos podido mantener nuestra identidad histórica más allá de las fronteras cartográficas que dividen nuestros países. Pedimos respeto por esa identidad y su íntima relación con los ecosistemas que nos rodean y el mar que compartimos”.
Cuatrocientos años de historia avalan esta realidad.