El mundo entero se estremeció con una revolución juvenil sin precedentes, primera en ir en contra de la violencia y el pro del amor libre, lo que cambiaría para siempre nuestras relaciones con el sexo, las drogas, la espiritualidad, la cultura y el arte, las relaciones con la naturaleza, con la pareja, con el entorno y, en suma, con toda forma de entender el mundo.
En Cali las primeras bandas de rock local azotaban los antes tranquilos vecindarios tratando de encontrar su propio sonido. Se iniciaba una movida cultural que no tendría replica: los festivales de arte pondrían sobre el firmamento de la posteridad nombres y eventos como Andrés Caicedo (1951-1976), Oscar Muñoz, Ciudad Solar o el Cine Club de Cali.
Para mediados de los 70´s, Caicedo ya había escrito la casi totalidad de su voluminosa obra y en compañía de Carlos Mayolo y "unos pocos buenos amigos" emprendió la aventura inacabada de su primera (y única) película: ‘Angelita y Miguel Ángel’, cuyo eje vital gira sobre sus dos obsesiones fatales: el cine y la vida adolescente. Poco después explicaría con su inmolación lo que trató de plasmar de corrido en su corta vida dedicada a las letras y de manera desesperada y tozudamente tartamuda a nosotros, sus amigos de entonces.
El autor de ‘¡Que viva la música!’ estaría cumpliendo 70 años este 29 de septiembre. Para ello tendría que haber cambiado radicalmente de opinión, cosa tan improbable entonces como ahora que vienen a la mente las inevitables preguntas: ¿Valió la pena haber cumplido con su inexorable promesa de no pasar de los 25 años? ¿Dónde cabría su inmensa y singular obra hoy en día, llegados sus 70 abriles?