Considerando el último reporte del Panel Intergubernamental de Cambio Climático IPCC en el que se prevé que la temperatura mundial promedio durante los próximos 20 años alcanzará o superará un calentamiento de 1,5 grados centígrados y que, por lo tanto, habrá cambios importantes en los patrones de precipitación.
Adicionalmente, las zonas costeras experimentarán un aumento continuo del nivel del mar a lo largo del siglo XXI, lo cual contribuirá, entre otros, a la erosión costera y a que las inundaciones litorales sean más frecuentes y graves en las islas. El reporte señala que la evidencia se ha fortalecido sobre la atribución a la influencia humana para diferentes eventos extremos, en particular, para precipitaciones extremas, sequías, y ciclones tropicales.
En este sentido, resulta prioritario trabajar en comprender el riesgo de desastres en el Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, en todas sus dimensiones relativas a la exposición, la vulnerabilidad y características de las amenazas. Frente a este punto, mencionar la ausencia de las socializaciones y capacitaciones periódicas a la comunidad de las islas sobre los efectos del cambio climático.
Actualmente, los desastres coinciden unos con otros durante el mismo tiempo y/o lugar. Está claro que estamos en el medio de desastres concurrentes y/o simultáneos. Hoy tenemos un entorno más desafiante, en donde los desastres se intersectan y generan mayores daños acumulados. Esto quiere decir, afectaciones e impactos agudos y persistentes tras el paso del fenómeno amenazante. En las islas los niveles de incertidumbre han aumentado junto con los niveles de vulnerabilidad, los recursos escasean, y existe un progresivo debilitamiento de la capacidad de respuesta. Valga la pena cuestionarse sobre la posibilidad de la persistencia indefinida de los efectos del desastre junto con la incertidumbre, como características de impactos persistentes o perpetuos de los desastres.
En este sentido, el cambio en el enfoque es cardinal. Por ejemplo, en los 90s el punto central del debate era el de entender por qué́ ocurren los desastres y la participación del ser humano en su construcción; pero hoy no sólo nos ocupa la construcción social del desastre, sino entender la complejidad de éstos. Necesitamos direccionar e integrar nuestros esfuerzos, el de las organizaciones y el de la comunidad, a través de una percepción fundamentada y más ajustada a la realidad de la magnitud de los daños y riesgos que hoy enfrentamos.
Estar preparado no es un trabajo fácil, ¿cómo podemos prepararnos para un eventual desastre estando en un proceso de recuperación frente a otro u otros desastres? En general, se puede decir que existen dos vías: La fase centralizada, en la que exclusivamente se fortalecen las organizaciones para atender a la población y son los profesionales y los expertos de las organizaciones los que exclusivamente se preparan y dan respuesta al desastre; y la fase descentralizada, en la que se prepara y fortalece a la comunidad para adaptarse, responder, y recuperarse de manera pronta, en donde los procesos de autogestión cobran mayor relevancia.
En otras palabras, el modelo tradicional de preparación ante el desastre era la implementación de una estrategia vertical, de mando y control, en donde la participación de la sociedad era mínima; y la comunidad simplemente recibía ayudas y seguía órdenes. Por el contrario, el enfoque actual debe reconocer que las comunidades afectadas tienen la capacidad suficiente para hacer frente y recuperarse ante la amenaza; por lo que no es necesaria una imposición de autoridad, y en cambio, la articulación planificada entre la comunidad y las instituciones debe ser fluida (Tierney, 2002; Velásquez, 2016).
Existe una verdad innegable, es muy difícil prever y planificar todos los aspectos de una respuesta a un futuro desastre en el medio de una crisis climática y una pandemia. No obstante, no es válido no realizar acciones preventivas en nuestros hogares y barrios, y mucho menos cuando tenemos una experiencia adquirida por el paso de Eta e Iota. En este contexto, se deben realizar de manera integral, actividades preventivas ancestrales, actividades informadas por las instituciones que hacen parte del Sistema Nacional de Gestión del Riesgo, actividades creativas e improvisadas que implican apuntarle a dos o más amenazas. Al final, el objetivo es el mismo: tomar acciones acertadas e informadas que conlleven a la seguridad humana.
Hoy nuestras islas experimentan una temporada de huracanes de las más activas de la historia, como lo anunció la NOAA en su más reciente comunicado del 4 de agosto, y aún persiste la alta vulnerabilidad del Archipiélago. Por un lado, Providencia, según el informe del Gobierno Nacional, sólo se han reparado 500 viviendas de 877 y se está adelantando la construcción de 141 casas nuevas de 910 (reporte a 28 de junio), y sólo hasta el 12 de junio la Alcaldía anunció la adecuación de tres refugios para que sean utilizados en caso de emergencia tras el inicio de la temporada de huracanes.
En el otro lado, San Andrés la vulnerabilidad se construye a partir del deterioro de sus ecosistemas, el crecimiento urbanístico desordenado, baja conectividad, no implementación de códigos de construcción frente a vientos huracanados en las viviendas, entre otros. Lo anterior sumado a que el Archipiélago tiene un sistema de comunicación de riesgos débil que no permite que los habitantes aprendan, se informen y tomen acción oportuna frente a las amenazas presentes en su entorno.
Finalmente, cierro con un tema que ha sido constantemente omitido, no por su importancia, sino por su dificultad. Saber cuándo evacuar, cómo, y para dónde. No existe un modelo y/o plan de evacuación entre las islas de San Andrés, Providencia y Santa Catalina. Existen planes de evacuación internos-terrestres, pero sin registros y evaluación de experiencias exitosas pasadas. Dado que es un Archipiélago, evacuar a todas las personas de manera segura, en el menor tiempo posible antes del paso de un huracán es una situación compleja. No hay claridad cuáles son las zonas y la población que debe ser evacuada primero.
Estudiar el proceso de evacuación espontánea que se dio de manera previa y posterior al paso del huracán Iota podrá brindar elementos a los tomadores de decisión para ordenar una evacuación terrestre, marina y/o aérea. Para los providencianos la decisión de evacuar o no es una encrucijada, sin refugios suficientes y viviendo en carpas, la decisión sería obligatoria; pero ¿cómo confiar en que este proceso sea seguro, efectivo e inclusivo? ¿Y con qué regularidad se discuten los temas asociados a la evacuación de personas por huracanes?
¿Estamos preparados?
Con el ánimo de promover la preparación, se citan a continuación algunos pasos (de muchos) a seguir:
• Asegure su casa, limpie canales y drenajes, tenga un kit de emergencias para usted y su familia, tenga un Plan A y un Plan B.
• Autoevalúe su preparación frente a huracanes a través de una lista de comprobación (check list).
• Identifique cómo el desastre reciente relacionado con los huracanes Eta e Iota, afectaron su preparación, respuesta, y a partir de allí realice acciones para mantenerse seguro. La comunidad es la que conoce mejor su entorno y cultura, y por esta razón puede dar respuesta más rápida y adecuada. No se puede esperar a que el Gobierno nos diga qué hacer y que tengan todo listo para protegernos.
• Incremente su percepción frente al riesgo (me informo, percibo y entiendo mi riesgo); prevención - preparación (actúo para protegerme), planificación (realizó procedimientos y estrategias para estar seguro o segura).
• Crear, mantener y fortalecer las redes con los vecinos, familia y amigos cercanos. Las diferentes formas de organización de la comunidad deben activarse, las juntas de acción comunal y las iglesias.
• No romantice los desastres en donde la característica principal es la solidaridad. Por el contrario, los conflictos y problemas sociales también hacen parte de los desastres, esté preparado para ello.
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*Ph.D. Disaster Science and Management. University of Delaware, Joseph Biden Jr. School of Public Policy and Administration, Disaster Research Center (DRC). MSc.Caribbean Studies, Universidad Nacional de Colombia, Sede Caribe. Administradora Ambiental y de los Recursos Naturales, Universidad Autónoma de Occidente