A nivel mundial es conocida, la foto de ‘El niño y el buitre’ de Kevin Carter que fue publicada el 26 de marzo de 1993, por el New York Times y ganó el Pulitzer, pero que también fue muy criticada por que su autor reconoció que no se preocupó por socorrer al niño, solo en sacar la mejor foto.
Carter se suicidaría meses después y algunos atribuyen su suicido a la crítica que generó la foto, otros creen que por problemas personales y familiares que le generaron una fuerte depresión.
Hoy, en la era de las redes sociales, se ha vuelto costumbre que ‘buenos samaritanos’ publiquen sus buenas causas, la mayoría relacionadas con el dolor y sufrimiento de otras personas. Observamos cómo somos ‘mejores seres humanos’ porque hicimos un voluntariado, hicimos una donación (muchas veces de cosas que no usamos o ya no nos sirven) o fuimos al rescate del menos favorecido. Nos han enseñado que los verdaderos héroes existen y son los que se sacrifican por los otros y, claro está, lo publican lo publican…
Hay otros más audaces que se hacen de un nombre, un reconocimiento y se lucran de este dolor y se atreven a defender sus causas de manera pública como “grandes actos de bondad y solidaridad”. Sin embargo, retomando la situación de la foto de ‘El niño y el buitre’ en ambas situaciones el protagonista no fue la persona que está afectada; el foco mediático está en el dador, en el héroe, en el que busca el reconocimiento y los beneficios de estas situaciones.
A estos personajes los reconozco como ‘comerciantes del dolor’, tanto el que lo hace por vanidad como por interés económico, académico, político y/o profesional.
En las islas, el último año ha sido traumático debido a los acontecimientos generados por el Covid 19 y el paso de los huracanes ETA e IOTA, ha mostrado la cara más dramática de la tragedia humana en una sociedad en la que vivimos de un paisaje que maquilla mucho dolor, sufrimiento y pobreza estructural, y vemos como los ‘súper héroes de Facebook’ han mostrado como ni siquiera en el dolor se puede tener un poco de dignidad.
Y, desde luego, también nos ha demostrado que después de la foto poco o nada pasa, y la gente sigue en iguales o peores condiciones.
Con el grito a mil voces de nuestros hermanos de Providencia que todavía viven situaciones difíciles por la demora en las reconstrucciones y normalización de la economía de las islas, invito a todos que en alguna ocasión hemos publicado la foto del ‘buen samaritano’ con la causa post IOTA que nos devolvamos al lugar que tomamos esas mismas fotos y reconozcamos en el otro (que tal vez fue fotografiado en su peor momento) si realmente fue impactado positivamente por nuestra intervención y/o acción.
También recordemos que San Andrés todavía está en condición de vulnerabilidad frente a este tipo de fenómenos y tal vez mañana nosotros seamos los protagonistas de estas publicaciones carentes de empatía y una real preocupación por mejorar las condiciones de vida del otro.
Hagamos un pequeño acto de expiación.
