No sabemos cuánto tiempo más va a durar la matazón que ejecutan los sicarios del narcotráfico en San Andrés. Tampoco el costo político, económico, y social que tendremos que pagar por haber permitido que esta generación se convirtiera en presa fácil de tan pavoroso monstruo. Pero de algo si debemos estar seguros: nada será igual cuando esto acabe.
Por tanto, es preciso cultivar los ideales, mantener vivo el espíritu, remozar el sentido de pertenencia y del deber hacia la tierra nativa para volver a empezar. Hay que romper los moldes que han construido otros para una comunidad que posee uno propio y diferente. Hay que aceptar el desafío que nos impone el destino que no es otro que ser mejor cada vez pese a las dificultades.
Podemos imaginar la incomodidad con la que nos tocará afrontar el mismo, la tensión de los momentos por venir, los reproches que nos haremos unos a otros con o sin justa causa, pero no podemos olvidar que nada es posible sin la fuerza de la unidad. El encuentro con nuestro porvenir no debe ser como el de la ola bravía con la muda roca, sino como el del ave con la rama adonde se posa.
Y esto será posible solo si los padres de familia comienzan en sus propias casas a impartir una educación acorde con los tiempos, si en los colegios se implementan planes y programas académicos congruentes con la idiosincrasia y el entorno nativo, si los gobernantes locales se empeñan más en dar ejemplo de transparencia y eficiencia que en defenestrar el tesoro público, y si los medios de comunicación cumplen con su papel fundamental de destacar los valores democráticos y la cultura propia.
Pero lo más definitivo para conseguir todo ello será contar con la mente abierta para comprender que no se puede espantar el espectro de la fatalidad con el solo deseo sino con una firme determinación.
Y el Estado tendrá que esforzarse más para hacer lo que manda la Constitución. Atrás deberá dejar su injustificada ausencia y la mala práctica de promover veladamente solo la sumisión bestial de los ciudadanos. De lo contrario, será responsable de los movimientos y sentimientos adversos que florezcan en adelante.
Nadim Marmolejo Sevilla
COLETILLA: “Quien tiene más derecho a la esperanza es quien sigue trabajando a pesar de haberla perdido por completo”.
Martín Corredoira.
