El problema no fue, ni es, ni será el huracán IOTA. El problema somos nosotros. Lo demás son disculpas, excusas y pretextos. Aquí todos perdimos; bueno, casi todos, porque por ahí andan algunos, sumadora en mano, haciendo cuentas y en el rostro una sonrisita socarrona.
Como aquí somos especialistas en achacarle a otro la culpa de nuestros fracasos, el editorialista del periódico elpais.com.co (y con él otros más), por ejemplo, afirma con tranquilidad que el huracán IOTA es el responsable de la tragedia que vive el archipiélago de San Andrés; también afirma solemne (y con él otros más) que nadie lo pudo prever.
Bueno sería recordarle al editorialista (y a los otros) que si no fuéramos tan irresponsables se hubiera podido, si no evitar, sí mitigar el impacto de IOTA. No conocer la historia nos hace proclives a cometer los mismos errores que otros cometieron. Veamos por qué.
Cuando el huracán ETA estaba en sus inicios, este periódico informó el pasado 30 de octubre que “Desde el CDGRD se seguirá monitoreando el desarrollo de este sistema para informar a la comunidad los cambios y condiciones climatológicas según los informes de las entidades oficiales”. Monitoreando se quedaron y ya sabemos lo que pasó.
¿Qué IOTA fue impredecible? Así que ahora resulta que la naturaleza debe pedir permiso para actuar. Por qué mejor no nos preguntamos qué lecciones se aprendieron del huracán Mitch (1998), el segundo huracán registrado más mortífero.
Nos creemos intocables, pues “San Andrés había quedado a salvo del embate de los vientos huracanados como casi siempre ha ocurrido por virtud de una misteriosa mano divina o una gran barrera arrecifal”, afirma jactancioso un comunicador local.
El primer párrafo del actual Plan Departamental de Gestión del Riesgo (PDGR, 2012), dice: “El archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, (…) está expuesto a diferentes tipos de amenazas naturales y antrópicas, que aunado a las condiciones socioeconómicas del territorio, lo hacen más vulnerable a las amenazas potenciales” (sic).
La advertencia desnuda la indolencia de nuestros gobernantes que nada hicieron ni hacen para mitigar los impactos de estos fenómenos naturales; es casi inmoral afirmar que “Nadie lo pudo prever (IOTA), ni siquiera los meteorólogos, que se muestran sorprendidos porque es la primera vez que ven esa rápida transformación en un ciclón atmosférico”.
Mienten, pues el huracán Mitch fue por mucho más impredecible y nada aprendimos de ello.
Si la tragedia ocasionada por el huracán IOTA no fue mitigada se debió, entonces, no a falta de información, sino a que los responsables de atenderlo estaban ocupados en otra cosa, menos en lo que debían hacer.
El Plan de Desarrollo ‘Los que soñamos somos +’ dice: el Archipiélago se halla en el corredor “de tormentas tropicales y ciclones, situación que nos obliga a prepararnos y a ser autosuficientes, ya que ante el impacto de un evento ciclónico las ayudas de la Colombia continental no serían inmediatas. Por lo anterior expuesto se requiere, construir, habilitar o adecuar sitios para proteger la población” (sic). ¿Dónde están esos refugios? ¿Dónde, los recursos?
El actual ‘Todos por un nuevo comienzo’, reconoce que “no se ha diseñado una política local para la atención a familias y viviendas en situación de riesgo ni protocolos de actuación para reubicación, adaptación o contingencia en las zonas definidas de alto riesgo no mitigable”. Pero habiendo tenido seis meses para hacer algo, nada hizo.
Para completar el collage de tragedias conque el destino pintó a estas tierras insulares este año, el exministro Rudolf Hommes revela un par de hechos abrumadores: planes de mejoramiento en los servicios públicos (electricidad, agua, alcantarillado, recolección de basuras y desechos, transporte) que no se ejecutaron “en parte porque las autoridades de la isla no quisieron”; y recursos destinados al hospital de Providencia “no los gastaron porque no encontraron un contratista amigo”. Seguramente esos mismos personajes hoy vociferan solidaridad y el abandono del gobierno. ¡Detestable!
Sin ser adivino, el columnista de este periódico, Jorge Sánchez, nos advirtió en escrito fechado 7 de noviembre que “Esto ETA mal, pero puede estar peor”: ¡faltaba IOTA!
Con el espíritu abatido es inevitable llegar, entre otras, a estas conclusiones: las políticas y acciones del gobierno no se formulan para el bienestar de la comunidad sino para satisfacer el ego del mandatario de turno y sus áulicos; si hubiera previsión, las ‘ayudas humanitarias’ no serían bondades del gobernante sino obligación para con su comunidad; el gobierno local también tiene abandonada a su comunidad.
Pero la más indignante de las conclusiones es reconocer que IOTA peló el cobre de nuestros actuales gobernantes. En noticiero radial matutino se informó que el Gobernador (e) pidió la renuncia de sus secretarios ¿será que el de Infraestructura también la presentó?