El arte tiene, a mi parecer, una función que sobrepasa el mero oficio epistolar de una época, y aunque es importante hacerse coescritor de la historia, son las notas al pie, los signos de exclamación y los guiños los que les darán a los artistas un lugar póstumo en el podio o en el cadalso.
Todas las épocas de la historia son convulsas, todas son disonantes y son absurdas, en todas sin excepción se cuecen revoluciones y se sustentan ideologías que a posteriori se evaluarán con la rigidez de un forense. Escoger el lado del andén donde se camina hoy, pondrá a cada uno en una página distinta de la historia, pero para los artistas, la decisión se potencializa.
Cuando Picasso fue encargado con una obra para la exposición internacional de París del año 37, la amenaza Nazi y la dictadura franquista ya empezaban a mostrar cuál sería su comportamiento en la próxima década. Inspirado por la masacre de 126 personas, a manos de la legión cóndor alemana, en la ciudad vasca de Guernica, Pablo terminó el 4 de junio una obra de 349 por 777 cm, que sería catalogada como la más importante del siglo XX.
Su osadía no paró en la pintura misma –que exponía sin reservas la infamia del régimen disfrazado de nacionalismo–, decretó además que esta no entraría a su propia patria hasta que los dictadores no fueran derrocados, y por eso Guernica durmió en el Museo de Arte Moderno de New York (MoMA) por 30 años.
Treinta años de resistencia. Silenciosa y vital resistencia.
Resistir es el único mandamiento al que debe obedecer el arte, parece ser la lección de Picasso. Resistir la injusticia, la soledad, la desidia, la discriminación, la esclavitud. Resistir sonriendo, cantando, contando, siendo.
La resistencia es el ejercicio de ser humano, resistir como conjunto, ser piedra fundadora, o piedra en el zapato, ser canto prohibido, canto de cuna, ser un tambor que conoce un vals, un acordeón que conoce un indio, una quijada de burro que canta en la lengua de la reina. Resistir es a veces escribir un cuento, a veces escupir un poema, a veces solo sonreír cómplice.
Esta semana en un plano virtual que abraza tres islas y muchos cayos, en la feria del Libro de San Andrés, resistimos como el Guernica, encadenados a seis países que también resisten. Resistimos sin salud, sin conectividad, sin andenes, sin mega colegios. Resistiendo sin vergüenza, como cualquier Pablo en el 37.
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Este artículo obedece a la opinión del columnista. EL ISLEÑO no responde por los puntos de vista que allí se expresen.