Las actuales circunstancias en la isla mayor del Departamento de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, además de ser-sui generis, conllevan un gran compromiso al regente y su gabinete; a la vez de un abanico de posibilidades económicas, sociales y sanitarias que considerar, por cuanto la presión, ejercida por el estado de cuarentena y el cierre del turismo, comenzó a ser insostenible.
Con las recientes figuras legales, al abrir puertas al turismo y el nombramiento del Gerente Covid se acertó en la primera y se pecó, por tardía, en la segunda. Se acertó en razón de que había llegado a ser irresistible la crisis económica derivada del cierre de esta fuente de ingresos, tanto para sector empresarial como de la misma administración departamental, entre muchos otros afectados.
La segunda, se evalúa como denorada en razón de que la complejidad de la situación local es de orden multidisciplinario; si se observa desde el punto de vista geométrico, la problemática es como una esfera, concéntrica con variables según la lejanía del centro. Por otro lado, es justificable que haya sido tardío, en razón que esto es nuevo para todos en el archipiélago, en el país y en continentes enteros. Estamos aprendiendo en el camino.
¿La comunidad será lo suficientemente resiliente para adaptarse al reto que aporta una curva ascendente de contagios y la actual apertura del turismo?
Los resultados dependen de cómo reaccione el conjunto de seres vivos, llamados ciudadanos. De allí, se desprenden varios ejemplos que la sabia naturaleza tiene para mostrar en lo que llamaría ‘selección natural’ donde se cuenta la disciplina social como un factor determinante.
Visto desde la óptica biocéntrica, se podría aprender del comportamiento que han desarrollado algunas especies durante millones años.
Estará la respuesta del cardumen de peces que, unidos en una gran masa, realiza rápidos cambios de rumbos para distraer al depredador por un pequeño espacio de tiempo. Aquel que se separa del grupo se convierte en víctima.
O, el comportamiento de los bivalvos, como la ostra, que se encierra en sí mismo, confiando en la estructura exterior, que habiéndose encerrado fuertemente entre ella, resistiría los embates del depredador.
Diferente al inteligente pulpo, que siendo amenazado, está en capacidad de huir, cambiar de colores y de formas para engañar a su enemigo.
También están los ejemplos del lenguado, de cuerpo plano y con capacidad de cambiar rápidamente su coloración, haciéndola semejante al entorno que lo rodea como camuflaje al igual que el pez roca, que estático e inamovible, que espera pacientemente esquivar al atacante.
Como vemos, huir de la zona, actuar en grupo, buscar guarida o refugio, modificar aspecto, permanecer estático o buscar amparo son ejemplos que si bien son aplicables tanto a lo personal o ser útiles a nivel empresarial, de gremio o un mayor colectivo, sin olvidar que también está la actitud y las habilidades del depredador que espera el más pequeño error para lograr su objetivo.
En estos momentos históricos del archipiélago se depende de cada individuo para lograr el éxito de ser una población sobreviviente, a la amenaza de un depredador que, espera de sus víctimas, el más mínimo descuido para cobrar vidas.
* Socio fundador de la ONG Help 2 Oceans Foundation
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Este artículo obedece a la opinión del columnista. EL ISLEÑO no responde por los puntos de vista que allí se expresen.