Cuando hablamos de ‘ciudad’, ¿nos referimos a la Civitas (conjunto de ciudadanos) o a la Urbs (la ciudad en sí, emplazamiento de la Civitas)? Separar los conceptos es bueno desde lo pedagógico, pero nos expone a olvidar que los dos son una unidad indivisible y que la gente que allí vive es la que le da vida a la ciudad, como dice el profesor Memo Ánjel.
La relación simbiótica entre urbe y ciudadano se da cuando aquella le brinda posibilidades de desarrollo como persona al ciudadano en un ambiente gratificante. Por su parte, este ciudadano agradecido la cuida y la protege, se siente orgulloso de ella y procura engrandecerla a los ojos de propios y extraños.
Para ello se requiere que la ciudad sea planificada y ordenada, producto del Urbanismo, esa Ciencia que estudia la ciudad tratando de brindar comodidad a sus habitantes. Este urbanismo, que hunde sus raíces en la historia romana haciendo de la urbe un lugar digno para vivir, se extendió por Europa y llegó a las Américas, donde desgraciadamente se relegó hasta casi aniquilar el concepto de que la ciudad está al servicio del hombre y no de los réditos mezquinos de algunos pocos, favorecidos por las debilidades e ignorancia de los gobernantes de turno.
“Se pasó de una sociedad preocupada por su entorno, donde las relaciones ecológicas eran vitales para la subsistencia, a otra preocupada por el bienestar presente, por el consumo y la explotación desordenada de los recursos”, asegura Carlos Priego González de Canales.
Tal vez por esto el Congreso Forestal Mundial estableció en 1969 el Día Mundial del Árbol el 28 de junio de cada año, buscando recordar y destacar la importancia de los árboles en nuestra vida y en la conservación del Medio Ambiente, y de cuidar los recursos provenientes de esta fuente natural.
Pero del dicho al hecho hay mucho trecho. Nuestro Plan de Ordenamiento Territorial (POT) 2003-2020, por ejemplo, estipula que “Los controles ambientales podrán constituirse como recorridos entendidos como franjas de circulación peatonal arborizadas (…)” ¿y será que se pueden considerar arborizadas las zonas peatonales en San Andrés? Más, sembrar un árbol en “parques locales y barriales”, pudiera ser un delito en la medida en que para hacerlo debe mediar “previa autorización”, acorde con la norma vigente.
Ojalá San Andrés fuera emporio de conciencia y manejo ambiental, convirtiéndose en referente nacional y regional. Repensar la ciudad para el futuro pospandemia es obligación de cada ciudadano y de las autoridades territoriales.
El Foro Económico celebrado en Davos (Suiza) el pasado 22 de enero lanzó el Proyecto ‘1 Trillon Trees’, buscando que para 2030 se hayan sembrado esa cantidad de árboles. Por su parte, el gobierno nacional se comprometió a sembrar 180 millones de árboles para 2022, contando con la solidaridad de los gobiernos locales, organizaciones ambientalistas, la ciudadanía en general. El llamado gubernamental no ha pasado desapercibido en la comunidad internacional, y el Gobierno británico anunció una ayuda de $288.000 millones para apoyar al Gobierno Nacional con el cuidado de los recursos naturales de los bosques tropicales y de la Amazonía.
Es el caso de Coralina que “aportará 3.000 mil árboles; el cual se sembrarán en puntos estratégicos de la isla” (sic). Y si le agregamos la estrategia del ‘ombligotón’, por estas fechas debieron haberse plantado unos 1.905 árboles correspondientes a los 1905 nacimientos en el Archipiélago entre 2017 y 2019.
El PDD ‘Todos Por Un Nuevo Comienzo’ plantea en el Eje 4, Un nuevo comienzo con mejores condiciones, destinar unos 6.300 millones de pesos para la Política 6: Desarrollo Sostenible y Ambiental para Conservar Nuestra Riqueza; aunque no se conoce ni cómo ni en qué, guardamos la secreta esperanza que algo se destine a la reforestación.
Ojalá aprovechando este receso que la Naturaleza nos regaló, haya un nuevo comienzo con esto del buen trato al medio ambiente en nuestro Archipiélago y, al igual que en otras ciudades, se adoptara un Manual de Arborización para el Departamento. Pero si el país hace cinco años no tenía reglamentación al respecto, ¿por qué nosotros debemos tener una?, pensará alguien.
Cuando se reabra la Escuela después del APO, si es que los docentes dejan, debería cumplirse lo ordenado por Ley para la celebración del Día del Árbol, así: “En la fecha indicada, todas las escuelas que funcionen en cada localidad, reunidas en la plaza principal, plantarán un árbol, durante un ceremonia previamente acordada entre los maestros y las autoridades respectivas” (sic). A continuación, “cada niño sembrará el árbol de que oportunamente se haya provisto, de acuerdo con las instrucciones de su respectivo maestro, en el lugar del poblado que para ello señalen las autoridades locales”. Tal vez así podamos cumplir la meta asignada.
Olvidaba decir que la actividad está consignada en el Decreto Número 1333 de 1942.
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