El Instituto Distrital de Artes de Bogotá (Idear) acaba de anunciar dentro de su portafolio de estímulos la segunda edición del Premio Nacional de Narrativa Elisa Mujica, un concurso que, en su primera entrega, en el año 2018, logró superar todas las expectativas que se habían planteado con respecto al mismo.
Lo anterior, ya que además de celebrar la literatura femenina al ser un certamen dirigido exclusivamente a mujeres escritoras; resaltó la cultura del Caribe insular con la premiación de la novela “Los cristales de la sal” de la escritora sanandresana Cristina Bendek.
Esta obra no sólo ha logrado incluir al archipiélago en el debate literario nacional, un reto siempre esquivo para obras publicadas por autores de la periferia, y que no observábamos desde el año 2013, cuando Hazel Robinson fue la escritora homenajeada por el programa ‘Leer el Caribe’ del Banco de la República. También tiene el mérito de haberse constituido en un puente necesario entre nuestras islas y El Gran Caribe, proyectando nuestra visión del mundo como una experiencia compartida.
‘Los cristales de la sal’ cuenta la historia de Victoria Baruq, una mujer en la que parecen confluir todas las vertientes étnicas y culturales que hoy podemos encontrar en la demografía de San Andrés, raíces del interior y el litoral del continente, del medio oriente, de la propia isla, y de otras más lejanas se dan cita en su genealogía. Esa amalgama de orígenes crean en ella una identidad difusa que, al igual que la de muchos otros isleños, cree que sólo es posible remediar saliendo de lo que se niega a denominar como su hogar.
Después de años de búsqueda en los que tiene paradas inconclusas en ciudades como Bogotá y México, y de perder los tallos más cercanos de sus raíces, Victoria regresa en búsqueda de algo que no sabe que ha perdido, pero que siempre le ha hecho falta. La narradora incorpora al lector en ese sentimiento de desorientación, lo baña con su propia indefinición e incertidumbre, y con ello logra que su proceso, su descubrimiento, sea percibido como propio.
Aquel giro de 180° que la llevó al norte del continente sólo le sirvió para darse cuenta de que tenía que dar la vuelta y regresar al punto de partida, para entender los elementos que la componen a sí misma, y que condicionan su relación con todo lo que ha buscado, y de lo que se ha rodeado. Al completar ese círculo, ese regreso al origen, ese concepto se bifurca, no sólo para reencontrarse con ese pasado esquivo en el que hay bisabuelos y ancestros desconocidos, sino con otro más cercano: sus padres, una herida fresca que la lastima una y otra vez.
Y es en este recorrido cuando Bendek empieza a establecer unas interesantes conexiones con el pensamiento y la literatura de grandes figuras del Caribe anglófono y francófono como Derek Walcott, Earl Lovelace, Aimé Cesaire, René Depestre y Franz Fanon. Primero, al enmarcar la importancia de la espiritualidad caribeña como agente de resistencia. Victoria, empieza a indagar con seriedad sobre su pasado, y su propia identidad, cuando después de encontrar una foto de sus tatarabuelos empiezan a acaecer una serie de coincidencias que, a pesar de ser cotidianas, no dejan de tener un halo misterioso, ya que, como le advirtió Ma Josephine, una anciana raizal que conoce por casualidad, los muertos se comunican con sus descendientes.
El recorrido que Victoria realiza por un bosque se convierte en una metáfora de su proceso interior; ella, sin manifestar el más mínimo interés por términos de orden religioso, escudriña el pasado de su familia y la isla guiada por unas señales que no lee desde la razón, sino desde la tradición, ese pasado común que la ha conducido al entorno en el que se encuentra. A ella le preocupa cómo pueden resistir los isleños, sin darse cuenta que ella está siendo robustecida por uno de los agentes culturales más poderosos, que su dimensión espiritual ya está completamente inmersa y al servicio de esa severidad.
Pero es en un-Thinking Rundowns, en el que se cuestiona la gestión ineficiente de Colombia sobre la isla, y se plantea la decolonización como el verdadero acto político que está al alcance de los raizales, donde Bendek empieza a plantear el grueso de su visión del mundo. Allí se une al pensamiento de los creolistas martiniqueños y haitianos al sostener la creolidad, o en este caso, la raizalidad, como una identidad propia, y como la única alternativa a la crisis de la que ella misma es resultado. Una denominación en la que no sólo se debe reconocer el pasado ancestral, también luchar con sus rezagos. Su discurso hace constantes inmersiones y reflexiones en torno a la historia, la política y la identidad para declarar la interdependencia de sus dinámicas individuales.
Luego traza un increíble guiño, no sé si de forma consciente o inconsciente con ‘Los condenados de la tierra’, el brillante ensayo del autor martiniqueño Franz Fanon, en el que denuncia cómo el capitalismo ha sometido doblemente al pueblo afro, primero al crear las bases de una sociedad bajo el influjo de su explotación, y luego al someterlos nuevamente con la necesidad de obtener todo lo que les había sido negado, sosteniendo de forma inconsciente el mismo sistema que los condujo a su posición. Bendek expone el resultado de ello en medio de un panorama desolador, lleno de corrupción y contaminación que contrasta con la belleza y la intensidad de una cultura que pese a mil intervenciones se niega a ceder su espacio. Para ello se vale de la fuerza de la juventud, la permanencia de la historia, y especialmente, el carácter reflexivo de la literatura, la cual emerge en la aparición de la escritora Hazel Robinson como personaje.
La novela concluye con un capítulo suspensivo, la amenaza de un huracán que bien podría representar la constante amenaza de la naturaleza, el peligro que encierra el destino, o la debacle que auscultan todas las patologías sociales en las que ya se ha reflexionado. Igual no es importante, al llegar a este punto, el mensaje ya está claro.
Con esto ‘Los cristales de la sal’ cumplen una función y una visión en la literatura del Caribe, primero recreando una serie de escenas y vivencias que nos muestran el diario vivir y el sentir del isleño, el choque cultural que se ha convertido en una constante y los desafíos de la contemporaneidad, también nuestra identidad compartida, y las huellas que un mismo proceso dejó sobre todo el conjunto de islas que se arquean en este mar. Un texto reflexivo y muy profundo que se ha hecho un espacio en la literatura nacional, y que tiene todos los méritos para reclamar su permanencia. Por lo pronto, todos los raizales podemos acompañar a Victoria en su recorrido, y a través de su experiencia descubrir un poco de nuestro proceso identitario, y nuestro compromiso con lo que somos en esencia.
Se cristalizan ideas
Laguna Libros está preparando una versión de ‘Los cristales de la sal’ como audiolibro, narrada por su autora que se podrá escuchar a través de la plataforma Storytel. Además ya está disponible en formato e-Book a través de plataformas como Amazon y GoogleBooks. El año pasado la novela hizo parte del catálogo Reading Colombia, seleccionado por la Cámara Colombiana del Libro y la Red Nacional de Bibliotecas, que reunió a 50 obras publicadas en 2019. Como parte de dicho catálogo, ‘Los cristales de la sal’, despertó el interés de tres editoriales en el exterior y, como resultado, se está adelantando una edición en portugués, que será publicada por la Editorial Moinhos, de Brasil; otra en danés, a cargo de la Editorial Aurora Boreal y una edición en inglés, que será publicada en Escocia por la Editorial Charco Press. Por último, las gestiones para una publicación de ‘Los cristales de la sal’ en Centroamérica, que sería adelantada por Encino Ediciones de Costa Rica, fueron el resultado del encuentro con la autora en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara 2019, la más grande del continente. Todo esto, a menos de un año de publicación, mientras Laguna proyecta una segunda edición de la novela –cuando el Cobis19 lo permita– que ya se encuentra agotada en el país.