Muy pronto la Alcaldía de Providencia, contra viento y marea, adjudicará las obras del supuesto embellecimiento del Fort Warwick en Santa Catalina. Una especie de corredor artificial ideado para transitar esta reliquia histórica, al parecer, sin criterios de restauración arqueológica y que más bien, luce –en la maqueta divulgada– como un pasadero de barandas asequible para el turismo de consumo masivo.
Fort Warwick fue en su época una fortaleza de alta importancia porque protegía la entrada al puerto y el asentamiento principal, llamado New Westminster por los ingleses (hoy Old Town o Pueblo Viejo) y, el pequeño poblado que según Agustín Codazzi, se llamaba ‘Isabella’ por los españoles (hoy Santa Isabel o Down Town para los locales), que se expandió luego de la quema del asentamiento inglés, tras la captura española de Providencia en 1641
Ahora bien, muchos no recuerdan –o prefieren no hacerlo– que hace muy poco tiempo: el jueves 28 de abril de 2017, fue saqueado este sitio mediante la excavación no autorizada de la que muy probablemente fuera la tumba del prócer de la independencia, Louis Michel Aury, extrayendo de allí presuntamente un valioso material que hace parte del patrimonio histórico y cultural de la Nación.
En aquel momento, la reconocida líder cívica de Providencia y Santa Catalina, Josefina Huffington Archbold, condenó enérgicamente el hecho y dijo que se trataba de “un crimen contra el patrimonio del pueblo étnico raizal y quien lo hizo tendrá que responder ante las autoridades”, agregando que “lo real es que hubo excavaciones y ahí quedaron las pruebas con esos orificios”.
Sin embargo, hoy, a dos años y cuatro meses de la profanación poco o nada se sabe de este lamentable incidente a pesar de contar las autoridades con serios indicios y el testimonio visual bastante revelador de un video captado desde un-drone que circuló ampliamente en las redes sociales durante aquellos días de conmoción.
A la luz de estos hechos que lánguidamente van quedando en la bruma del olvido, y que tampoco han recibido un seguimiento riguroso de parte la Dirección de Patrimonio del Ministerio de Cultura ni del Instituto Colombiano de Arqueología e Historia (INCAH); no parece una buena idea cohonestar –desde la propia entidad territorial– la caperuza tipo Disney de esta herencia histórica.
En el mejor de los casos, luce como echarle, literalmente, tierrita por encima al hueco histórico que provocaron aquellas excavaciones anónimas. Claro está, existen más de siete mil millones de razones para insistir en el magnánimo propósito.