“Durante mi vida escolar, me he dado cuenta que el método utilizado para la evaluación de los conocimientos obtenidos durante los años lectivos, sólo ha llevado a la mediocridad, a la falta de expresión y a la no solución de los problemas que debemos enfrentar”. José Eduardo Ortega. Curso 1007, Instituto Pedagógico Nacional, 1991.
Veintiocho años después, la queja tiene plena vigencia. La Escuela no cambia y sin embargo, como idiotas (en su sentido primigenio), nos seguimos preguntando: ¿Qué pasa?
Se dice hasta el hastío que la Misión de la Escuela es la promoción del niño y su cualificación para desempeñarse de manera exitosa a través de los años que Dios le conceda de vida. Sin embargo, el primero y más destructivo filtro con que se topa el niño desde la primera infancia es la Escuela.
Desde esa edad ya empieza a sentir qué tanto vale para la sociedad y cuál, el camino tortuoso a recorrer. Una de estas adversidades son las escalofriantes “evaluaciones” y lo que le espera al escuchar la sentencia: ‘insatisfactorio’, ‘no promocionado’, ‘perdió el año’, ‘perdió la materia’.
Muy a pesar de su importancia no ha sido posible que el profesor deje de tomarla como medio de control, de coerción, de jerarquización, de exclusión y que la acerque a cumplir con un sentido pedagógico y social, de modo que sea “entendida como un catalizador de aprendizajes y competencias, como un instrumento respetuoso de las diferencias y la pluralidad y como un instrumento imprescindible en la promoción de la equidad”, según el pensar de la ex ministra María Cecilia Vélez White.
Hoy,-ad portas de la presentación de las Pruebas SABER 11, bueno es hacer una reflexión sobre esto de la evaluación escolar, su importancia y la manera no muy pedagógica como se le enfoca y el desconocimiento fáctico sobre la transformación de la práctica de la evaluación, como son el objeto y los momentos de la evaluación, los cambios metodológicos, la utilización de la evaluación y la “tendencia creciente a incluir la evaluación entre los mecanismos de gestión de los sistemas educativos, a ampliar sus ámbitos de cobertura y a presentar mayor interdisciplinariedad”.
Con la Ley 115 de 1994 (artículos 80-84), y demás normas reglamentarias se han venido creando y visibilizando diversos mecanismos y escenarios de modo “que la evaluación de los estudiantes sea entendida no como una simple comprobación de lo aprendido, sino como la valoración y la comprensión de cómo se aprendió”.
Y esto porque la Evaluación debería ser utilizada, más que para medir saberes, como instrumento para alcanzar calidad educativa trascendiendo el aula, mejorando el currículo escolar, la institución escolar y la transferencia de conocimientos y habilidades, poniendo a prueba la eficacia y la posibilidad de perfeccionamiento de la acción docente.
Para medir los conocimientos y las competencias de los estudiantes adquiridos a través de los diversos Niveles escolares existen las evaluaciones externas, llamadas SABER 3,5,9 y SABER 11, que responde a dos principios: saber cómo pone en uso el futuro bachiller los conocimientos apropiados y conocer su grado de competencia frente a las exigencia que el medio le exige.
De los resultados obtenidos deberían desprenderse importantes tomas de decisión que conlleven a fortalecer virtudes y contrarrestar debilidades. Desgraciadamente esto no es costumbre ni exigencia y año tras año se repiten las mismas situaciones que hasta pudieran rayar en lo doloso.
No conocemos cuál es el nivel de satisfacción de la comunidad insular sobre el tema de la Educación, pero que el 96,9% de los niños 5-16 años esté escolarizado no es razón para concluir que sea satisfactorio, más si tenemos en cuenta que los resultados de las Pruebas SABER 11 del año pasado, por ejemplo, nos dejaron en el séptimo lugar de la región Caribe, solo por sobre la Guajira.
En el año 2008, con el Foro Educativo Nacional “Evaluar es Valorar”, se constató “que existe una percepción sobre la formación de los docentes de carencias o limitaciones en especial en torno a los temas relacionados con la evaluación y las nuevas estrategias de enseñanza”, con el agravante de “que existe una falta de creatividad, innovación, actualización e incluso interés en los docentes”, debido a varias causas.
También se reconoce que existe “una búsqueda más intuitiva que sistemática y más individual que colectiva, lo cual conduce a experiencias aisladas que no responden a orientaciones colectivas de equipos institucionales. Con frecuencia estas experiencias son presentadas de manera anecdótica, pero con un nivel de comprensión teórica escaso”. Corroborando, de paso, lo afirmado por el estudiante Ortega, citado al inicio.
El Foro aludido elaboró algunas propuestas sobre el tema de la Evaluación que la Escuela debería retomar, la Secretaría de Educación implementar y el docente aplicar. Quizás así se pudiera afirmar que la Educación sí importa.