Si a la isla le presentaran la oportunidad de pedir tres deseos, creo que con risa nerviosa pasaría una pequeña eternidad pensando que quiere. Me imagino que pediría seguridad, esa sensación intangible de que está todo bien, de que puedo dejar puertas abiertas y mis bienes y amados están a salvo...
Volvería a recorrer con serenidad las calles sin andenes, con el hilito de aguas negras que salpica mis zapatos nuevos; las nubes de humo adicto me cortarían cada tanto el paso, solo para atestiguar que no existen alternativas terapéuticas; volvería a pasear sin ver los niños que desertaron de las escuelas mientras quedaban listos los 'mega colegios'; podría andar sin incertidumbre alimentaria y con fletes que disparan la canasta familiar a un lugar donde no la alcanza el salario mínimo…
Pasaría feliz mi mano por la malla de un parque sin inaugurar, mientras desvió la mirada a un edificio de Policía que parece ser un organismo vivo; crece y se reproduce solo cada día; más grande que la misma gobernación, más fuerte que la misma identidad…
Podría circular elevando alegre la vista y chocarla con estructuras faraónicas, hechas para el vacacionar de quienes no se enteran que en el otro lado, más de la mitad de la gente no tienen agua potable o alcantarillado.
Con esta nueva seguridad llegaría una cárcel más grande, más hermética, con muros más altos para olvidar ahí adentro todo lo que no me gusta ver; sacaría barcos cargados de gente ilegal, a todos esos que no aman la isla: no los que hacen basureros móviles cada vez que se juntan más de tres, no a las empresas que no pagan aquí sus impuestos y que tienen la responsabilidad social de un pesticida. Confiaría que el transporte público llega, como lo hacen los muros pintados con los números de los políticos en campaña, a todos lados.
En fin, podría decir a boca llena que las islas no tienen pandillas, ni microtráfico, que no se vende lo robado, que no se consigue un arma, que no hay complicidades tibias.
Oh bendita seguridad! Saber que nadie me va a robar el 'Iphone' que aún no me compro, que me pueden saquear el presupuesto y los dineros designados para salud o infraestructura, pero nunca, nunca… ¡mi Iphone!
La seguridad opacaría rápidamente cualquier otro deseo, pero es probable que el genio confundiera este anhelo con la intensión de no ver, de volver a la inocencia platónica de la caverna, y para concederlo, sencillamente nos dejaría ciegos.