Mientras el mar es una de las fuentes naturales que más recursos proveen al ser humano y ocupa el 70% de la superficie terrestre, también es de las menos protegidas. Y eso que el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) tasó el precio de las aguas marinas en unos US$24 billones teniendo en cuenta las variables 'bienes y servicios', es decir, los ingresos que se obtienen de los mares.
En vista del maltrato y desconocimiento con que el hombre se relaciona con los océanos, la ONU “decidió que a partir de 2009, las Naciones Unidas designe el 8 de junio como el Día Mundial de los Océanos”.
La pregunta es: ¿dónde aprendimos a menospreciar el mar? En el ideario escolar es común atribuir parte del mal comportamiento de los estudiantes a lo aprendido en casa. Para el caso que tratamos, no hay duda. Explico.
Pareciera que poseer dos océanos y de estar en la esquina del subcontinente suramericano más que un beneficio pareciera una maldición, no de otra forma se puede entender que ningún gobierno nacional haya tomado en serio este privilegio, sobre todo si observamos la tenacidad con que se relacionan otras naciones con este inmenso recurso natural. Por eso que decimos que estamos de espaldas al mar.
Dos hechos históricos que ponen de relieve esta displicencia: la pérdida de Panamá, y el arrebato impune de la integridad territorial de este archipiélago ante la mirada ausente y babosa de unos allá y otros acá.
Con razón se oyen quejas y lamentos por el nefasto fallo judicial de La Haya, es que no hay nada más agobiante que reconocer la importancia de algo o de alguien cuando ya no está. Pero el dolor no puede nublar la razón ni inhibir las acciones. Y la historia de este pueblo debe seguirse escribiendo para asombro de la comunidad nacional, regional e internacional por los logros alcanzados.
¿Por qué este Archipiélago no posee representantes de élite en las variadas manifestaciones deportivas náuticas? ¿En qué cajón burocrático están refundidos los proyectos de formar deportistas náuticos competitivos y de talla nacional, regional y mundial? Dios nos dio lo que Él se comprometió a dar; pero alguien se quedó con lo que nosotros deberíamos poner.
Por ejemplo, las duplas femeninas y masculinas que representarán a Colombia en el Circuito Sudamericano y otras competencias internacionales de 2019 en volibol playa estarán integradas por deportistas, de las ligas de Bogotá, Risaralda, Santander, Bolívar, Valle del Cauca, Antioquia, Meta, y otros Departamentos, pero no de San Andrés. ¿Alguien podría decir por qué?
Que estamos de espaldas al mar lo certifica la falta de acción de quien sea para evitar la muerte de las playas (las mejores de América, a no dudarlo) y que Dios cumplió en dejarnos, pero la administración le ha quedado grande a cada gobierno local. Las intervenciones de los entes de control para corregir lo que pasa en los cayos no es más que la muestra de la incapacidad de quien sea para poner orden, así como para aplicar conocimientos que rescaten las playas que se caen a pedazos como cae la piel con el mal de Hansen.
¿Alguien puede afirmar que las playas de San Andrés no pueden competir con lujo de detalles con las de Cancún, Varadero o Punta Cana; o con las de Ibiza o la Costa Azul? En lo que no damos la talla es en el detalle humano. Nos quedó grande.
Finalmente, duele saber que siendo el potencial marítimo del Departamento tan enorme, como lo demuestran las diversas Expediciones Científicas Seaflower, “las de mayor envergadura de las ciencias del mar en Colombia”, como las califica la Universidad de los Andes, no haya realmente una cultura de mar en nuestras gentes y gobernantes, que se traduzca en la conversión sostenible de estos mares en fuentes de progreso económico y social.
Y que la Escuela no pretenda pasar de agache, pues a ella corresponde formar a los niños y a través de ellos a la sociedad en la toma de “conciencia para la conservación, protección y mejoramiento del medio ambiente, (…) del uso racional de los recursos naturales (…)”. Que en 25 años no haya logrado mayor cosa amerita, por lo menos, una explicación.
Como Santiago (el de ‘El viejo y el mar’) cuyo ojos, “del mismo color del mar, alegres e invictos”, lloraron la aparente derrota al perder el fruto de su esfuerzo, así mismo nuestros ojos lloran por estar de espaldas al mar.
Luto en la escuela
La recordada Maestra Paulina Bowie dejó sus estudiantes y compañeros de trabajo. Partió al encuentro con el Único que merece el nombre de Maestro. Dios la acoja en su seno, de consuelo a su familia y bendiga a quienes tuvimos la gracia de compartir con ella.